Sully: hazaña en el Hudson

Crítica de Emiliano Andrés Cappiello - Cinemarama

Pequeños héroes

Sully: hazaña en el Hudson (Sully) es una película que se basa en, o parte de, un evento específico. Chesley Sullenberger, Sully para los amigos, se hizo famoso el 15 de enero de 2009 cuando aterrizó de emergencia un avión sobre el río Hudson, salvando las vidas de los ciento cincuenta individuos a bordo. Obviamente, este suceso es el eje central del film. Las formas de contarlo son múltiples y Eastwood demuestra que sigue siendo el mejor narrador cinematográfico contemporáneo por la manera en que decide hacerlo.

Eastwood no utiliza el accidente para un comienzo adrenalínico ni para su clímax, y desde el comienzo, gracias a un diálogo televisivo, sabemos que todos sobreviven. El evento incluso se repite varias veces durante el film, aunque sepamos cómo culmina. Porque Eastwood sabe que el efecto solo no importa, que los hechos reales son solo su punto de partida. En cada iteración, Eastwood involucra un nuevo punto de vista. Pilotos, pasajeros, empleados, socorristas, turistas, ciudadanos; cada nuevo testigo funciona con la misma potencia en el relato.

Sully es una película sobre el heroísmo, sobre sus formas y sobre su peso (como también lo era, por ejemplo, American Sniper), pero aunque lleve su nombre, no es solo sobre Sully. No hay en el film un héroe individual, sino individuos heroicos. Al enfocarse en cada involucrado, al detenerse a explorar el efecto en el controlador aéreo o el conductor del ferry, Eastwood reafirma su profundo humanismo. Aunque el accidente se repita, su efectividad no decrece. Cada vez la emoción es nueva, porque quien la vive es nuevo, y quien la vive no es un títere del guion, sino una persona. Ahí la maestría de Eastwood: en respetar a sus personajes y su relato, en entender que el cine no requiere de golpes de efecto, sorpresas o convenciones de género cuando se sabe cómo narrar.