Sueño Florianopolis

Crítica de Jessica Johanna - Visión del cine

Después de abrir el Festival de Cine de Mar del Plata y de su paso por otros festivales como el de San Sebastián, con el verano llega a nuestras carteleras la nueva película de Ana Katz, esta vez escrita junto a su hermano Daniel, en la que sigue a una familia intentando revivir unas vacaciones realizadas diez años atrás.
Una familia, compuesta por un matrimonio (interpretado por Mercedes Morán y Gustavo Garzón) recientemente separado y sus dos hijos adolescentes, se va de vacaciones en pleno verano de 1992 a Brasil, a un lugar que la ahora ex pareja había visitado en un mejor momento de su relación. Quizás este nuevo viaje sea capaz de recomponer ese matrimonio.

Pero esas vacaciones en el paraíso tropical no terminan saliendo como lo tenían planeado. Ya el quedarse sin combustible en medio de la ruta no mucho antes de llegar es el primer indicio de lo que se avecina. Luego, un hospedaje que no era para nada como esperaban y los lleva a cambiar de planes, desencuentros varios entre la ex pareja y sus hijos, y el calor, el verano insoportable que sólo pueden transitar durmiendo o al costado de la playa.

Quizás sea también ese calor lo que lleve a crear romances, affaires de verano donde podrán encontrarse Lucrecia y Pedro por separado, pero también su hija Flor con el hijo de la pareja que los termina hospedando. El film sigue principalmente a esos personajes: a la familia que llega a Brasil con esa pareja que duerme separada, y a quienes los hospedan, una pareja que tampoco los encuentra juntos y el muchacho con el que viven.

Leer de qué va esta película sin conocer de antemano el cine de la directora podría presuponer que vamos a encontrarnos con una comedia sobre argentinos en Brasil, con ciertos tópicos y chistes recurrentes, que incluso podría rememorar a la comedia de enredos, estrenada el año pasado, All Inclusive. Al contrario, Sueño Florianópolis transita, como suele pasar con las películas de Katz, en un tono medio entre la comedia y el drama, sin ser nunca ni uno ni lo otro.

En medio de ese registro casi naturalista es que se mueven sus personajes, ese estado de reposo entre las expectativas y la realidad, dejando a veces que las cosas que pasan a su alrededor simplemente sucedan. Katz, de todos modos, opta por el punto de vista primordial de su protagonista femenina, esa Lucrecia que se mueve sin saber muy bien cómo o por qué, que necesita redescubrirse, volver a encontrarse con ella misma. Allí también es fundamental la interpretación de Morán, quien logra transmitir ese abanico de emociones por el que transita su personaje de una manera siempre muy sutil y fresca.

Aunque la película nunca parece encontrar su ritmo, Katz va exponiendo situaciones y temáticas sin necesidad nunca de subrayar ni sobreexplicar. Así, abre más preguntas que respuestas.