Splice

Crítica de V. De Grossi - Cine & Medios

¡Engendro mutante!

Clive (Adrien Brody) y Elsa (Sarah Polley) son científicos genetistas y también pareja. Llevan juntos casi tantos años como los que tienen invertidos en su experimento más ambicioso: una criatura que combine las características de varias especies animales. Cuando consiguen el objetivo, la ambición los impulsa más allá; a instancia de Elsa, añaden ADN humano a la mezcla y pronto el resultado está a la vista. Al cabo de algunas horas, nace una criatura inestable, de rápido desarrollo físico y cognitivo, a la que llaman Dren y que presenta características femeninas. Pronto, revelará ser algo más que un experimento peligroso.
Si bien el objeto argumental es interesante, es el guión lo que hace que la idea vaya perdiendo peso y se convierta en un pastiche difícil de digerir. Lo que aparenta ser una vuelta al mejor subgénero de la ciencia ficción (el experimento que sale mal, y para el caso tenemos "La Mosca" como excelente ejemplo) queda varado a medio camino entre el mensaje moralizante que suele rodear a este tipo de filmes y un homenaje muy tibio al género.
Cuesta imaginar qué llevó a dos actores de la talla de Sarah Polley y Adrien Brody a protagonizar este fallido thriller, donde no hay una sola línea de diálogo que los salve. Sus personajes, a fuer de estereotipados, son poco convincentes; lo peor es que ni siquiera se permiten jugar con un registro paródico (por momentos, algunas escenas remiten a "Evolución", pero tomado en serio... o sea, no funciona) para intentar una vuelta de tuerca a una trama que se hunde. Es una pena, porque la media hora inicial es indudablemente promisoria y queda claro que allí es donde el director Vincenzo Natali puso toda la carne al asador... después, se quedó sin nada.
Elsa es tan fría y calculadora que es el paradigma de la científica necia, atolondrada, la carne de cañón de una profecía de autocumplimiento. Para equilibrarla, Clive es cauteloso in extremis, de carácter maleable y víctima fácil de cualquier manipulación, sea por parte de su pareja o de la criatura en cuestión.
Con el crecimiento de Dren, la acción se torna previsible. Todo es explicable por algún deus-ex-machina; la criatura tiene un potencial inmenso, tan inabarcable que puede hacer prácticamente todo lo que quiera, aún al precio de que el filme se vuelva repetitivo o incoherente. El final es tan obvio que la película bien podría durar una hora menos y nadie extrañaría el remate.