Sólo para parejas

Crítica de Osvaldo Bazán - Crítica Digital

Igualito que en matrimonios y algo más

En un descrédito muy grande debe haber caído la institución matrimonial en Estados Unidos como para que los grandes estudios se vean compelidos a filmar dossier explicativos sobre las bondades de la institución monogámica, heterosexual y –atención el anacronismo– monorracial. En esa urgencia se les olvida el detalle de hacer películas interesantes. O al menos que resistan su visión durante casi dos horas. Así nacen cosas como Sólo para parejas, una anécdota sin gracia, forzada hacia un mensaje tan moralizador como previsible.

Un matrimonio (Jason Bateman y Kristen Bell) para no divorciarses decide tomar una terapia de pareja en un all inclusive paradisíaco. Como hay descuento por grupo, enganchan en la aventura a tres parejas amigas (Vince Vaughn y Malin Akerman; Jon Favreau y Kristen Davis y la pareja de Faizon Love y Kali Wawk). Al llegar al lugar se enteran de que la terapia es obligatoria para todos. El encargado de dar clases es una especie de gurú new age (Jean Renó en su papel más desastrado), autoritario y amanerado. La terapia, como es de esperar, funciona mal para todos y hasta las parejas que no tenían problemas comienzan a tenerlos.

En ese momento, cuando la película parece que va a tomarse en broma algunas obsesiones americanas como los libros de autoayuda o la fascinación por la fachada perfecta, da la última esperanza: quizá se diga algo interesante, si bien los chistes ya habían naufragado hacía rato (cualquier sketch del histórico Matrimonios y algo más de Hugo Moser sería un lujo aquí).

Pero no. La película se contenta con desparramar la moralina más rampante en un envase poco cinematográfico. Y llegada a su tercera parte, con todos en la isla de la terapia, parece que se terminaron las ideas. Aparece, entonces, el cantautor latino Carlos Ponce como profesor de yoga sexy, y no, no es la frutilla del postre: es el colmo.

El final edulcorado y unidireccional –sólo en el matrimonio monogámico, heterosexual y monorracial el ser humano es feliz– es tan previsible que no hace falta ver la película para saberlo.