Snowden

Crítica de Diego Papic - La Agenda

Alguien te está mirando

Oliver Stone narra la biografía oficial de Edward Snowden, pero lo hace con tal brillantez narrativa que la verdad importa poco y nada.

Una de mis películas favoritas de Oliver Stone es Un domingo cualquiera (1999). La razón es que a pesar de que el fútbol americano, su tema central, me resulta indiferente y sus reglas totalmente desconocidas, la narración me fue llevando de las narices hacia donde quiso, me emocioné con jugadas que no entendía -pero que Stone lograba hacerme entender sin explicármelas verbalmente- y los personajes ocupaban sus lugares de héroes o de villanos aunque sus versiones de la vida real me importaran poco y nada. En suma: cuando el “tema” -algo tan potente en todas las películas de Stone- me era ajeno, pude ver con más nitidez sus virtudes como cineasta.

En Snowden el tema vuelve a ser fuerte como en sus películas más políticas -W., Nixon o JFK, por ejemplo-; es la historia de Edward Snowden, el agente de la CIA que desertó y denunció que los Estados Unidos espían a todos los ciudadanos sin necesidad de orden judicial. Y su mirada vuelve a estar del lado de la conspiranoia y en contra del poder político de los Estados Unidos. Los que vieron sus documentales Comandante (2003), Looking for Fidel (2004), Al sur de la frontera (2009) o Mi amigo Hugo (2014) -o los que han leído sus declaraciones en la prensa- imaginarán que Edward Snowden para Oliver Stone no admite la menor crítica: es un héroe clásico, es Ulises comandando el Caballo de Troya, es el tipo que dijo que no cuando todos a su alrededor decían que sí.

La película empieza cuando la documentalista Laura Poitras (Melissa Leo) y el periodista de The Guardian Glenn Greenwald (Zachary Quinto) -ambos también personajes extraídos de la vida real- esperan encontrarse con Snowden (Joseph Gordon-Levitt). En una habitación de un hotel de Hong Kong, este nerd de lentes les cuenta su historia y la película va y viene en el tiempo: el camino del protagonista que va del patriotismo al desencanto por un lado, y por el otro los avatares periodísticos de la publicación de tamaña historia. (Las imágenes que toma Poitras serán luego parte del célebre documental Citizenfour, que ganó el Oscar el año pasado.) Anclada en el presente de esa habitación de hotel el 4 de junio de 2013, la película va hacia atrás y construye el personaje, sobre todo en su relación con la CIA y con su novia Lindsay Mills (Shailene Woodley), responsable en parte de su deriva ideológica.

Que quede claro: Snowden es una biografía oficial e incluso puede irritar con la victoria de Donald Trump tan fresca. Hay una visión crítica de Barack Obama, que prometió acabar con el programa de espionaje a ciudadanos comunes y no lo hizo, y hasta una breve alusión a la postura de Hillary Clinton y Bernie Sanders respecto del caso -ella crítica de Snowden, él respetuoso-, que con el trato de héroe que se le da al personaje parece ignorar al mal mayor. Como si Bush, Obama, Hillary y Trump fueran todo lo mismo, peones de un Estado superpoderoso dedicado a espiar a sus habitantes. Está claro que esa idea le encanta a Stone, y encontró en Snowden al personaje perfecto para desarrollarla una vez más.

Pero Oliver Stone tiene un manejo de la narración tan extraordinario, que nada de esto importa demasiado, al menos no mientras estamos mirando la película. Como en Un domingo cualquiera, Stone nos convence durante 134 minutos de todo y el espectador está indefenso ante el encantador de serpientes que con su cámara y el montaje nos hace creer lo que él quiere que creamos. Desde la secuencia en la que Snowden se escabulle del cuartel con el chip, hasta el uso simbólico de objetos que vuelven una y otra vez como el cubo mágico o los lentes, pasando por el lenguaje de señas primero como gag y luego como elemento fundamental en la trama, todo está contado como un apasionante thriller de espionaje hitchcockiano. No es casualidad que todos estos detalles sean, con seguridad, los inventados, los que no tienen correlato con la realidad.

Al comienzo de la película, luego de que la documentalista Laura Poitras empieza a grabar, la primera pregunta de Greenwald a Snowden es demasiado vueltera, llama a una respuesta larga y compleja. Poitras lo interrumpe y pregunta: “¿Quién es usted?”. Así Snowden empieza su relato. Entiendo que en este intercambio está la clave de lo mejor de la película: aunque Oliver Stone quiere “decir cosas”, como el periodista Greenwald, él es cineasta como Poitras y privilegia el pulso narrativo. Stone nos revela quién es su Snowden, el héroe Snowden. Es probable que él crea que nos está revelando quién es el Snowden real, no lo sé. A mí me importa poco.