Sinfonia para Ana

Crítica de Luly Calbosa - A Sala Llena

Recuerdos del pasado

Es un hecho: la toma de colegios en el país no cesa. Por el contrario, año tras año supera con creces su extensión. En este marco, se centra la dupla de documentalistas Ernesto Ardito y Virna Molina, hoy referentes del género, para reflejar desde su primer largometraje de ficción, Sinfonía para Ana (2017), la urgencia del tópico e instalarlo definitivamente como prioridad en la agenda de políticas públicas y debate social. No es la primera vez que trabajan este tema: en 2003 estrenaron su primer documental, Raymundo (2003), sobre el director Raimundo Gleyzer, desaparecido por la dictadura militar. Este puntapié marcó el pulso de la filmografía en la que se destacan el ensayo documental de Ardito Nazión (2011), acerca del fascismo en Argentina; luego la miniserie documental El Futuro es Nuestro (2014) sobre alumnos desaparecidos del Colegio Nacional de Buenos Aires, y la serie televisiva Memoria Iluminada (2008) como biopic de Alejandra Pizarnik, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, María Elena Walsh y Paco Urondo.

En esta ocasión, centran el eje del relato para explicar la génesis del conflicto de las tomas desde la reconstrucción del espíritu de los ’70: adaptan la novela testimonial de Gaby Meik en la que la autora rinde homenaje a su mejor amiga del colegio, secuestrada a los 15 años. Desde este arco, construyen un híbrido de un fragmento de militancia estudiantil en alerta frente a la destitución de Raúl Aragón, rector del emblemático colegio, que dedicó su vida a defender sus derechos y el de sus compañeros como integrante de la Asamblea para los Derechos Humanos (APDH) y la Conadep mientras la represión ilegal tomaba cuerpo. Al unísono, se sirven de la pasión adolescente para abordarla desde dos ejes: por un lado, el compromiso político e intelectual, y por otro, el amor y amistad. La premisa se centra en combatir la censura de la dictadura militar que devino en una ola de desaparecidos, exiliados, dejando como legado en el colegio el espacio estudiantil con más víctimas.

El guión conlleva este espíritu de vanguardia desde la primera escena. La trama se sostiene desde la ficción y combina escenas filmadas en digital con imágenes en súper 8mm para remarcar la textura de época. Este modo de decir, combinado con elementos simbólicos como el escenario politizado del Colegio Nacional de Buenos Aires donde se respiraba ideales como contracultura y bandas emblemáticas como Almendra y Sui Generis dieron sus primeros recitales. Así, la puesta en escena sustituyen el material de archivo a través de discos, posters, radio grabadores, la marcha peronista y un perfecto juego de luces que remiten flashbacks y recuerdos borrosos del pasado. Esto permite que el imaginario colectivo del público conecte con este universo nostálgico durante 119 minutos. Otro plus de este film es el elenco protagonista, un híbrido entre un semillero de potenciales talentos y los reconocidos actores de teatro y cine Rodrigo Noya, Rafael Federman, entre otros, que encabezan la organización estudiantil Unión de Estudiantes Secundarios (UES), conformada por activistas de entre 13 y 19 años que discuten el detrás de escena mediático en las asambleas escolares mientras germinaba aquel 1976 cuando, tras el Golpe de Estado, el colegio se transformó en trampa mortal y sus alumnos, para salvar sus vidas, debieron inventar códigos propios y apodos para organizarse y marchar a Plaza de Mayo. El resultado, a sabiendas, culminó en 108 alumnos y ex alumnos desaparecidos, mientras otros migraron del emblemático colegio, fundado por jesuitas, hacia otras escuelas y otros partieron al exilio.

Sinfonía para Ana sirve como puente para la memoria. Reconstruye el relato de una adolescente de 15 años, cuya juventud, mejor amiga (Isa) y primer amor (Lito) quedaron atrapados en los años `70 junto a su militancia en el Nacional; este pulso subraya como mensaje clave cómo su corazón queda atrapado entre dos pasiones mientras la dictadura militar avanza y oscurece su mundo con muerte, soledad, terror. Así ella deberá luchar por conservar su vida sin renunciar lo que más ama en pos de convertir realidad sus ideales. ¿Logrará la dupla Molina-Ardito reivindicar el espíritu y agite de banderas partidarias? La respuesta la tendrá el público. Probablemente las nuevas generaciones lo reciban como una luz de esperanza para entender el presente y quienes hayan vivido en carne propia este capítulo un recuerdo del pasado necesario.