Sinfonia para Ana

Crítica de Gustavo Mendiola - Loco x el Cine

Llega a las salas porteñas Sinfonía para Ana, basada en una novela de Gaby Meik y en hechos reales. Sinfonía para Ana es una historia de amor, pasión y amistad entre unos alumnos del Colegio Nacional de Buenos Aires en el marco de la militancia estudiantil y la dictadura militar. Ana e Isa (Isadora Ardito y Rocío Palacín respectivamente) son dos amigas inseparables que creen en dos cosas: cambiar el mundo y encontrar el amor verdadero. Ellas militan en la UES en tiempos del regreso de Perón.

El film dirigido por Ernesto Ardito y Virna Molina comienza en tono sencillo y apacible, con la amistad, la curiosidad y las hormonas en ebullición de las dos amigas. A medida que avanza se torna histórica, a modo de una elegía, esta es la elegía de Ana. El tiempo del amor coincide tristemente al tiempo de la tiranía de estado para Ana. En este aspecto se podría decir que la película está dividida en 2 partes y la primera es claramente superior. La presentación del Colegio Nacional como un centro de ideas es un acierto para el despliegue de los jóvenes actores. Es una película netamente peronista y no voy a entrar en debate por ello, sí a remarcar que el afecto hacia el general y su esposa Eva queda explícito. En el colegio los alumnos podían expresar libremente sus ideas y, como en todas las vetas humanas, habían diferencias pero nunca censura ni persecución. Es así que se ve cómo se debaten los ideales “montoneros”, comunistas y hasta maoístas. Todo bajo el techo la institución.

La persecución en la escuela orquestada por los llamados “milicos” genera el terror y ocurre al mismo tiempo que la protagonista encuentra (o cree haber encontrado) el amor. Algunos profesores quedan fuera de cargo y los alumnos optan por tomar el colegio en señal de protesta. Si bien la imagen está muy cuidada (el tono es frío-azul, la fotografía minuciosamente retro y las imágenes de archivo son coherentes con la melancolía de una época pasada) son las historias las que no llegan a cerrar. Puede ser entendible que los alumnos tengan que usar sobrenombres como “Gaviota” (en el caso de Ana) o que griten “¡Hasta la victoria!” y culminen con un “¡Siempre!” grupal.

Pero en la segunda parte de su metraje todo apela al golpe bajo. Los archivos que antes eran representativos para ilustrar el ayer (por ejemplo el gentío en plaza de mayo y el general Perón desde arriba en el balcón) se tornan repetitivos. Los amores histéricos de Ana que cobran poca importancia y ocupan mucho tiempo en pantalla. La música que es insufrible (no hay otra palabra). El abuso de la voz en off.

Hacia el final, este film podría ocupar el subgénero “detectivesco”. Todo es en clave y estos niños (excepto Rodrigo Noya que ya está bastante grande para hacer de un colegiado) son perseguidos como si de criminales se tratase. Una película de alumnos de escuela, no de masones del noveno orden… Sinfonía para Ana va de mayor a menor y tiene una ambición muy grande. Apunta a retratar una época de manera fiel, pero en su intento por abarcar todo y querer emocionar cae ante su propia grandilocuencia.