Sin hijos

Crítica de Juan Pablo Schapira - Tranvías y Deseos

Otra vez y para siempre, porque es fundamental, saludable y necesario. Una película que utiliza una canción de rock nacional del modo en que lo hace esta, en medio de una escena climática (por clímax, ¿no?) y cabal de lo que todos entendemos como ‘comedia romántica’, es una película con la sabiduría y el riesgo de aunar lo nuestro con lo universal. Si Hollywood tiene este tipo de códigos en sus “rom coms” y nosotros lo tomamos como referencia cultural consolidada es porque se originaron allí, donde se inscribe la Ley del Cine. No es universal Spinetta para ellos como lo puede ser Roberta Flack para nosotros. No saben quién es y, aunque nos salga el argento y queramos decir, "deberían", viendo "Sin hijos" seguramente salgan de la sala con la necesidad de averiguarlo...aún cuando se trata de una versión distante de la original.

Revelo que camuflé innecesariamente una referencia a “Un gran chico”, película con la cual “Sin hijos” comparte ideas, tipologías de personaje, incluso escenas; pero también Winograd se vale de la herencia de Richard Curtis, y hay aquí dosis de "Realmente Amor" y hasta de "Letra y Música", que no es de Curtis pero están Hugh Grant (fetiche de Curtis) y Drew Barrymore. O sea, ABC de la Comedia Romántica. No voy a gastar texto en trazar el mapa de la comedia romántica de afuera: aquella que nutrió y seguirá nutriendo los grandes exponentes nacionales del género en la actualidad. Pero las conexiones son infinitas. En Argentina también. Si precisan detalles lo leen a Javier Porta Fouz, que se tomó el tiempo de echar luz sobre un fenómeno no menor.

Todo esto para decir que la importancia de un film como "Sin hijos" no será debidamente registrada. Al igual que "Música en espera" hace algunos años: irá mucha gente, habrá buena crítica, pero quedará como una más; tapada pronto por una nueva "Dos mas Dos" o el corazón de un león. Y no tiene que ver con películas mejores o peores, sino con entender a todas luces de qué se trata esto del género. Ahí es donde se debería pisar fuerte y eso (la canción de Spinetta y su uso como dispositivo "de genero") es quizá lo que no se ve. Tampoco se trata de celebrar el género. Eso es salida fácil. Ejemplos de cine que toman el género pero no terminan de ser redondos hay varios: “Séptimo”, “Betibú”, “Todos tenemos un plan”, “Muerte en Buenos Aires”. Todas grandes producciones, todos nombres importantes, todas con mucha calle, armas y misterios que resolver; eso que parece que se nos da fácil, que nos sale bien pero se ve tapado por algún divismo –intencional o no-, el mal manejo de un excesivo presupuesto o una dirección que no termina de agarrarse del género. Para bien o para mal, el género no traiciona.

A Winograd le tardó cuatro películas, pero dos cosas son ciertas. Una, que el camino pudo preverse. La comedia estuvo siempre y lo que ha hecho es afilar las referencias, universalizándolas un poco más; preparar mejor el contexto para que le sirva más a la trama, puntualizando más los espacios y reduciendo la cantidad de personajes; afinar el trabajo de guión (mérito aquí de Mariano Vega), buscando una historia que avance más rápido, sin perder tiempo en nimiedades y cumpliendo con las citas obligadas del género. El romance ha estado en todas sus películas, pero “Sin Hijos” es, sin duda alguna, una Comedia Romántica hecha y derecha, y una –y aquí nuestra segunda certeza- que hace todo bien.

¿Qué es todo? Si lo ya expuesto no alcanza, podemos hablar del protagonista. Un perdedor que no es un perdedor; un galán que no es un galán: una tipología de personaje para la cual es perfecto el perfil de Diego Peretti. Un actor que es estrella pero nunca parece creérselo; que es canchero pero no se esfuerza; que podemos percibir que se las sabe todas y siempre hace lo mismo y lo compramos igual. Es parecido a Daniel Hendler, el actor fetiche de Winograd, y está bien que esta vez Ariel no haya convocado a Hendler. Peretti es más histriónico, un poco más físico.

Podemos hablar de la importancia –doble- de los actores infantiles en el cine nacional. No es la primera vez que señalo que hay que darles bola, que en las películas que nadie los está dirigiendo, se nota. Si se los guía bien, nos podemos encontrar con gente como Guadalupe Manent. La importancia es doble porque en la Comedia Romántica los chicos suelen ser fundamentales. Es carta de género. Por último, hago mención a la generosidad para con los personajes secundarios. Esto es, su cuidadoso registro, su recurrencia y su aparición siempre en pos del avance de la trama y no como mero recurso cómico o excusa. Son inolvidables, no un accesorio, como sucede en los mejores exponentes del género. Y aquí son interpretados por actores que están ‘al servicio’. Dejando afuera a Martín Piroyansky, que todo lo entiende: Pablo Rago, Guillermo Arengo, Horacio Fontova, Jorgelina Aruzzi, Marina Bellati…los hemos visto en otras películas siendo estrellas o queriendo parecerlo pero aquí no es necesario. Eso no es mérito de los actores, sino del director y su claridad.