Sin escape

Crítica de Javier Mattio - La Voz del Interior

La soledad como fuga

Lo primero que aclara este filme de factura alemana es que la historia del protagonista (el austríaco ladrón de bancos y maratonista Johann Rettenberger) es real. Etiqueta que sirve para apuntar justamente a aquello que es tan singular en el filme, aquello que lo hace casi irreal: alguien que usa su habilidad física (socialmente aceptada y celebrada) para cometer delitos (socialmente inaceptados) a partir de un borroso y hermético determinismo de héroe trágico.

Y es que toda la película respira (aspirando y exhalando, como Johann en su fuga) tragicidad: desde el romance imposible con Erika, la única persona que lo ama y que parece comprenderlo, pero aún así lo delata, hasta la cruzada autista y desesperante de Johann por las intrincadas calles de la fría y austera Viena, robando coches, asaltando bancos y deshaciéndose de todo aquel que lo estorba, anticipando el único final imaginable.

De ahí el Sin escape del título (interpuesto al seco Der räuber –el ladrón– original): lo único que le queda a Johann es ir hacia adelante, correr y escapar, aunque su huida (y revuelta personal) sea siempre física, concentrada en la unicidad orgánica de ese atleta ilegal que acomete todo con el mismo espíritu, con la misma sangre fría, con una elogiable sobriedad: aquella que también ostenta el registro del filme, cuya elegancia y naturalismo consumados aleja al género policía-ladrón de sus frenéticos espejos hollywoodenses; en ese sentido, Sin escape aprovecha más la tensa adrenalina del drama que la espectacularidad pirotécnica de todo thriller policial.

Desplazamiento que también se hace cabal gracias a la urbanidad acallada y a los paisajes inhóspitos y hermosos de Viena, tan lejanos del ajetreo de cualquier ciudad estadounidense; la visión de Johann abriéndose paso por parques y bosques y matorrales o a través de apaisadas autopistas hace aún más “real” esta historia real, aunque el fin de la estética sea tal vez más contundente: remarcar la irreparable soledad del protagonista, la del corredor y la del ladrón.