Sicario 2: Día del soldado

Crítica de Leandro Porcelli - Cuatro Bastardos

Sicario 2 – Soldado: Vivir para perder otra batalla.
Benicio del Toro y el guionista nominado al Oscar Taylor Sheridan vuelven a convertir la lucha de E.E.U.U. contra los carteles mexicanos en una batalla mitologica.
La gran mayoría de las secuelas son recibidas con instantáneas negativas. Aún cuando forman parte de una planeada trilogía no terminan salvándose de esa sensación popular de que tan fácil puede terminar siendo la mejor como la peor de las tres. No hay porque dudar más de la calidad de un film solo porque se trata de una continuación, aunque es verdad que a una segunda parte se suma el reto de retomar una trama y personajes ya establecidos para otra historia diferente. Justamente las secuelas que logran hacerlo satisfactoriamente y asimismo recontextualizarlos para crear algo valioso terminan siendo especialmente celebradas por haber conquistado un reto tan mayúsculo. Lamentablemente este no es uno de esos casos.
Lo mejor que alguien puede sacar de Sicario 2 es verla como un buen ejemplo de como no realizar una secuela. Regresamos a dos de los personajes principales de la Sicario original, interpretados por Josh Brolin y Benicio del Toro. El mayor cambio es que a pesar de su importancia, solían ser personajes satelitales girando alrededor de nuestra protagonista mientras que en este caso toman la batuta y se convierten en definitivos protagonistas del film.
Los carteles mexicanos comienzan a ingresar terroristas del medio oriente a Estados Unidos por medio de la frontera del sur (el guion decide justificarlo con una frase al voleo que pregunta retóricamente si sabemos lo que se disparo el precio de la cocaína tras el ataque a las torres gemelas), dándole al gobierno norteamericano la excusa para poner a los carteles en su lista de terroristas y autorizar a Brolin a darle rienda suelta a cualquier método para combatirlo, no importa lo peligroso, ilegal o destructivo que sea. Eso solo significa una cosa: Benicio del Toro. Como rápidamente podrán sospechar, durante la película habrá varias instancias en las que la audiencia debe renunciar a todo semblante de cuestionamiento para con los hechos en pantalla, no importa lo difícil que sea tomarlos en serio tan fácilmente.
El guionista Taylor Sheridan, actor de televisión (Veronica Mars, Sons of Anarchy) devenido a escritor nominado al Oscar (Hell & High Water, Wind River), regresa al mundo que creo en su primer guion y da el primer paso en falso en su carrera como guionista. Aunque por momentos hay destellos de su calidad, en lineas generales y puntualmente en momentos claves, este es un guion que pide demasiado del espectador sin terminar dándole mucho a cambio. Pide que hagamos vista gorda a los tantos detalles cuestionables cuando ni siquiera los aprovecha para contar una trama que logre general más que un relativo entretenimiento. Se trata de un film que buscan tensión y sorpresas, pero más fácilmente encuentre cuestionamientos decepcionados e incluso alguna que otra risa incrédula.
En esta segunda parte ya no esta la intrigante inventiva de Villeneuve en la dirección, la tensión del soundtrack de Johannsson ni la bella profundidad de Deakins en la fotografía, por lo que la frágilidad de la trama esta desnudada por una dirección y fotografía que luchan por mantenerse a flote de lo decente. En cuanto a la banda sonora, parece evidente por la extrema similitud que el nuevo compositor se encontro respetando en demasía el trabajo del fallecido Johannsson, pero ciertamente no ayuda el hecho de que el estruendoso bajo se repita una y otra vez (no extrañaría que se utilice más de 10 veces durante la película). ¿Quién podría culparlos? La derivativa banda sonora es el único elemento capaz de generar algún tipo de tensión en el espectador, algo letal para una producción que apunta a la tension como su mayor arma de entretenimiento.
Por todo esto es que Sicario 2 falla no solamente como secuela, sino como película. Se queda corta en todas sus bondades y ofrece muchísimas debilidades para soportar durante sus poco interesantes dos horas. Lo mejor que podemos sacar de esta secuela es utilizarla para recordarle a la gente ver la original, merecidamente una de las películas más aclamadas del año 2015. Esta segunda parte, aunque no es terrible, sufre uno de los peores pecados cinematográficos: la mediocridad.