Si decido quedarme

Crítica de Carlos Schilling - La Voz del Interior

Bella durmiente en terapia intensiva

Si decido quedarme fue calificada como apta para mayores de 13 años, pero debería sumar otra advertencia: no apta para mayores de 18. Su espectro emocional se limita a esa franja de edades. Más allá o más acá, es probable que no encuentre la empatía que exige su planteo intensamente melodramático.

Todo parece perfecto en el mundo de Mia (Chloë Grace Moretz), una adolescente virtuosa del violonchelo, nacida en Portland, Oregon, que podría entrar en Julliard, la prestigiosa escuela de música de Nueva York. Cuando la ve ensayar, en trance y hermosa, se enamora de ella el líder de la banda de rock del colegio, Adam (Jamie Blackley), un chico apuesto, talentoso y decidido a cumplir sus sueños de artista.

Lo único que la hace sentirse un poco "marciana" –en sus propias palabras– es la estirpe rockera de su familia: su padre es un exbaterista de una banda punk; su madre, una exgroupie, y su hermanito un experto en rock anterior a 1978. ¿Cómo pudo ella convertirse en una amante de la música clásica? Pero ser distinta no significa que no sea aceptada. Al contrario, sus padres, sus parientes y sus amigos la adoran. Todos saben que es una criatura elegida.

Ese paraíso terrestre se transforma en un limbo un día de invierno en que toda la familia sale en auto y, en medio de una ruta nevada que atraviesa el bosque, chocan contra una camioneta. Mia entra en coma y según le dice al oído la enfermera que la atiende, sólo depende de ella seguir viviendo.

Así que mientras yace inconsciente en una sala de terapia intensiva, su alma o su fantasma va enterándose de la suerte que corrió su familia en el accidente y a la vez empieza a recordar momentos positivos y negativos de su vida a fin de determinar si tiene o no tiene sentido permanecer en la Tierra.

Si bien el esquema ya fue probado en muchas otras películas, esas idas y vueltas temporales son conducidas con eficacia narrativa por el director R.J. Cutler, y acompañadas por una banda sonora que combina con precisión y sensibilidad la música clásica y el rock.

La historia tiene algo del cuento de la bella durmiente versión siglo 21 –sin las madrastra maligna ni los enanos trabajadores–, es decir, adaptado a la mentalidad de un público adolescente en el cual la corrección política ya se hizo carne y cuyos sueños están diseñados a imagen y semejanza de American Idol o Hannah Montana.