Shrek para siempre

Crítica de Martín Fraire - País 24

Contá mil cuentos

Y llegó a los cines. La esperada cuarta parte del ogro devenido en príncipe azul y convertido en padre de familia se enfrenta a lo que según anuncian sus propios creadores es el capítulo final. ¿Pero cuáles son las virtudes de esta Shrek, por siempre? Ya de antemano, Dreamworks se enfrentaba a un problema existencial, que en todo caso también debieron superar a partir de su segunda parte: el factor sorpresa. Debido al conocimiento del espectador sobre qué ofrece el mundo del ogro verde, la calidad empezó a decaer con cada película estrenada.

Esta cuarta parte, sin embargo, recupera algo de aquella primera película exhibida en los cines en los albores del año 2001. Y para ello tenemos que atender a la historia que se cuenta. Shrek ahora es un responsable padre de familia, un ciudadano ejemplar que vive como una estrella en su pantano y un admirado vecino del reino Muy, muy lejano. Pero las demandas que implica atender a sus hijos, la melancolía por sentirse temeroso otra vez y recuperar aquello que ha perdido (ni más ni menos que su juventud) hacen que el protagonista realice un trato con Rumplestiltskin, un malevo duende que planea quedarse con todo el reino.

Con el fin de volver a sus días de gloria, Shrek viajará hacia un nuevo mundo donde los ogros son cazados, los aldeanos sometidos y el único centro de poder pasa por el dominio del villano. Para volver todo a la normalidad, deberá convencer a todos de quién es e intentar restablecer la paz en el lugar.

El hecho de que Shrek deba volver a crear una relación con Burro, Gato con botas, y Fiona trae al espectador una parte, decíamos, de aquello que hizo grande a la primera película. De todas maneras los roles se cumplen a rajatabla y el personaje principal pasa a ser –o sigue siendo- el núcleo a través del cual el resto de sus personajes dan lugar a los momentos más graciosos del film.

Por otra parte, la sensación de que algo se perdió en el camino resuena en cada minuto que se pasa en la butaca. Tal vez la razón de que el filme, con un humor mucho más físico y gags que apuntan a un público más chico, cambia la ironía cómplice con el adulto, por el entretenimiento directo y la risa más efectiva. No es algo que necesariamente esté mal, pero en este sentido el guiño a los padres presentes en la sala no disfrutarán la historia como alguna vez sucedió.

Técnicamente, no se puede reprochar nada en este Shrek por siempre. Muchos colores, grandes movimientos de cámara y ampulosos sonidos que engrandecen cada situación vista en la pantalla. Y por supuesto la cantidad de atribuciones a los más famosos cuentos de hadas se harán presente para sí complacer a todo aquel que conozca las historias originales.

La cuarta parte de Shrek podría ser considerada como una digna despedida del ogro más famoso que el cine haya dado en los últimos años. La cinta no defrauda en ningún momento y eso es cierto, pero también es indiscutible que después del segundo film, la apuesta por el chiste físico y el tratamiento menos inteligente de las historias le juega en contra respecto al público más adulto que tal vez espera otro tipo de relación con la película desde la pantalla. Chistes procaces, diversión efectiva, mensajes aleccionadores (en el buen sentido de la palabra) chicos contentos; todo funciona para ver la película e inmediatamente cruzar la calle y comprar la comida con el juguete.