Séptimo

Crítica de A. Degrossi - Cine & Medios

Al descenso

Si bien "Séptimo" parte de una buena idea, las ideas hay que saber desarrollarlas. Toma como punto de partida al miedo más básico y primitivo, en el marco de una absoluta cotidianeidad.
Un padre que "pierde" a sus hijos de manera inexplicable. Un simple juego que acaba convitiéndose en una pesadilla que ningún espectador quisiera vivir. El gancho es bueno, prometedor. En el medio hay un divorcio conflictivo, y causas judiciales entre poderosos, para colmo mediatizadas.
Sebastián es abogado - Sí, Darín hace otra vez de abogado- y comienza un día que está destinado a no ser uno más, aunque no por lo motivos que él creía. Todo el ímpetu con el que inicia la jornada, la seguridad que se tiene como profesional ante una audiencia inminente, la forma en que sostiene la relación con su ex mujer, todo eso va tambalear inexorablemente cuando sus dos hijos desaparezcan en un instante. Él baja en ascensor, ellos por la escalera. Él llega a la planta baja, ellos no.
Inmediatamente comienza la búsqueda, la deseperación y la incertidumbre copan la escena y el juego de ambigüedades se despliega ante el espectador.
La foma supera al contenido, el director se engolosina con un Darín omnipresente -está en casi todas las escenas-, que ofrece un gran trabajo actoral brindándole a su personaje un "crescendo" creible y una tensión que logra trasladar más allá de la pantalla. Mientras el relato avanza, el guión empieza a mostrar sus debilidades, los personajes secundarios se desdibujan y al final quedan más preguntas que respuestas, sobre todo por lo inverosímil de ciertas cuestiones que en una trama de suspenso reclaman mayor rigor por parte del realizador.
"Séptimo" gana en la potencia de su principal intérprete, un Darín que literalmente se carga el filme y que está muy bien secundado por la española Belén Rueda, de impecable y ajustada gestualidad. El filme se diluye en la anécdota, como si la idea de tan grandiosa se hubiera vuelto en contra y su creador no supiera como darle el mejor cierre. Al final le dió el que pudo, que no está tan mal.