Secretos de una obsesión

Crítica de Alejandro Turdó - A Sala Llena

El juego de las diferencias.

Las comparaciones siempre son odiosas, a veces es injusto marcar diferencias entre dos cuestiones o polarizar opiniones en un sentido u otro. Pero también hay momentos en que el material original de una obra pesa tanto sobre sus posteriores adaptaciones, que cualquier intento de diferenciarse queda inexorablemente sujeto a objeciones. Algo de todo esto sucede con Secretos de una Obsesión (Secret in Their Eyes, 2015), una película según su propia campaña publicitaria “inspirada en El Secreto de sus Ojos”, film argentino ganador del premio de la Academia como Mejor Película Extranjera en el año 2010. Por ende, antes que nada, la utilización de la palabra “inspirada” enciende un par de alarmas, sin siquiera comenzar a analizar propiamente el film.

Es imposible no hacer un cuadro comparativo al momento de explicar el argumento de Secretos de una Obsesión: Ray (Chiwetel Ejiofor) y Jess (Julia Roberts) son dos colegas del FBI en pleno ascenso profesional, llamados a investigar el asesinato de una joven que termina siendo la hija adolescente de Jess. El Ray de Ejiofor es una suerte de Ricardo Darín y la Jess de Roberts es una combinación de los personajes de Guillermo Francella (colega de Darín) y Pablo Rago (viudo de la víctima), en la versión original. Jess y Ray son ayudados por una nueva fiscal de distrito recién llegada a la Ciudad, interpretada por Nicole Kidman, haciendo las veces de Soledad Villamil. La trama tiene lugar en plena ebullición anti-terrorista post 9/11, y el presunto asesino es protegido por poderes superiores ya que es un espía norteamericano infiltrado en una mezquita, desde la cual provee con información relevante para la “guerra contra el terror” a la administración de Estados Unidos.

La película del director y guionista Billy Ray se sucede escena tras escena de forma mecánica y este casting clase A, compuesto por algunos de los mejores actores de Hollywood, hace lo que puede dentro de una adaptación que por momentos se siente como hecha por obligación. Todas las secuencias fundamentales se resuelven sin tensión ni espectacularidad. Si tomamos por ejemplo la elaborada secuencia original en la cancha de Huracán, donde Darín y Francella persiguen al sospechoso, aquí es reemplazada por una breve búsqueda, localización y consecuente captura en el estadio de los Dodgers, un equipo de béisbol.

El relato intenta combinar una historia criminal, una historia política y una historia romántica que nunca terminan de cuajar. Ese romance sutil entre Darín y Villamil se torna burdo y evidente entre Ejiofor y Kidman desde la primera escena que comparten, como si fuese necesario poner esa tensión sexual en evidencia por si algún despistado no capta las sutilezas. Aparentemente tenerlo al propio Juan José Campanella -director del film original- como productor ejecutivo no fue suficiente para prestar atención a este tipo de detalles.

Con una historia que no logra llegar nunca a un clímax aceptable y un final que hace tambalear incluso la lógica interna propuesta por la adaptación, Secretos de una Obsesión tal vez sea vista en su país de origen como otro thriller policial más, de esos que llegan rápido al cable premium o al servicio on demand, pero por estas tierras posiblemente no tenga ni siquiera esa suerte.