Sangre de mi sangre

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

Para seguir pensando

Misteriosa y enigmática, esta película italiana invita a reflexionar sobre sus múltiples lecturas.

En tiempos en que la mayoría de los estrenos comerciales consiste en productos predigeridos, donde el mínimo atisbo de ambigüedad es destruido (no vaya a ser que algún potencial espectador/consumidor se quede “afuera” de la película), Sangre de mi sangre es una rara excepción. Misteriosa, enigmática, con pliegues que pueden dar lugar a múltiples lecturas, deja espacio a que el espectador complete en su cabeza -o en la charla de café o nunca- lo que acaba de ver, como sólo consiguen hacerlo autores como Marco Bellocchio.

El director de El diablo en el cuerpo, Vincere y Bella addormentata, que a lo largo de seis décadas de carrera se constituyó en uno de los nombres esenciales del cine italiano, presenta esta vez dos historias situadas en el mismo lugar físico -un convento de Bobbio, el pueblo natal del director, donde transcurre gran parte de su filmografía- pero diferente temporalidad: cuatrocientos años separan a una de otra.

La primera, ambientada en el siglo XVII, muestra el juicio al que la Iglesia católica somete a Benedetta, una joven acusada de haber hecho un pacto con el demonio: la pasión que despertó en un sacerdote llevó a que él se suicidara. Si ella confiesa su alianza con el diablo, el cuerpo del muerto accederá a ser enterrado como corresponde a un buen cristiano. Filmada de modo naturalista, como un clásico drama de época, ésta es la historia más aparentemente transparente, con una postura anticlerical por encima de otros temas, como el del doble -un hermano del fallecido lucha contra el atractivo de Benedetta- o el poder de la femineidad en pugna con el autoritarismo masculino.

La segunda parte transcurre en la actualidad: el convento, con algunos sectores abandonados, ahora está ocupado por el Conde, un viejo vampiro en retirada. El y otros ciudadanos distinguidos de Bobbio ven amenazada su preeminencia ante la llegada de un inspector oficial y un magnate ruso; los ciudadanos de a pie también temen por el fin de los chanchullos con los que se las apañan para vivir sin trabajar. Otra vez, una presencia femenina funcionará como símbolo de libertad; una crítica a la corrupción, la decadencia de los viejos factores de poder, el deseo como fuerza indestructible, parecen ser algunas de las lecturas posibles de esta fábula.

En ambos cuentos, Bellocchio se permite romper las convenciones con elementos fantásticos, diálogos de significados múltiples e incluso música extemporánea (una versión coral de Nothing Else Matters, de Metallica). Ingredientes que hacen que, una vez encendidas las luces de la sala, la película siga repiqueteando en la cabeza del público.