Sangre de mi sangre

Crítica de Denise Pieniazek - Puesta en escena

"Sangre de mi sangre: narración sublime"
La película "Sangre de mi sangre", premiada en el Festival de Cine de Venecia, se estrenó finalmente en nuestro país. Es un film hermoso a nivel visual y complejamente poético a nivel narrativo, que homologa dos tiempos como metáfora de la circularidad de la vida.

Por Denise Pieniazek

El anteúltimo film del director Marco Bellocchio, Sangre de mi sangre (Sangue del mio sangue, 2015), está estructuralmente dividido en dos partes; o dos partes y un epilogo que compendia ambos tiempos, según como se interprete. La primera sección está ambientada al norte de Italia en el siglo XVII, específicamente en un convento que tiene su propia prisión. La segunda parte utiliza la misma locación de la prisión de Bobbio pero en la actualidad, es decir que lo que varía es la temporalidad mientras la espacialidad permanece.
Bellocchio sabe manejar de forma sutil y poética las metáforas visuales comenzando la primer parte del relato con una escultura de una mujer rezando al lado de una cruz de cemento. Imagen que sintetiza el contenido de este primer episodio, en donde una joven llamada paradójicamente Benedetta es juzgada por seducir y llevar a la muerte al confesor de dicho monasterio. Benedetta debe pasar por varias pruebas complejas probando su espíritu, por lo cual su accionar quedará limitado como el de esa primera escultura. Pues ella, tal como dicen en el film, “es la imagen de la Magdalena, llora y no habla”. Al igual que en Vincere (2009), otro largometraje del director, una mujer es juzgada injustamente y torturada sin piedad alguna en un universo en donde los hombres mandan. Hay algo en los juicios a Bendetta y su postura que puede remitir al tratamiento de mártir de la protagonista en La pasión de Juana de Arco (1928) de Dreyer. Bellocchio no es sólo un gran conocedor de la historia de su país, sino también del cine europeo, por ende el film estará lleno de relaciones intertextuales. Hay algo visual en la estética del convento y de ese universo de las pasiones que nos remite, aunque desde otra poética, a algunos episodios de El Decameron (1971) de Pasolini.

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Críticas | Publicado el 09 de agosto de 2016 a las 01:30 hs.
Sangre de mi sangre: narración sublime

La película "Sangre de mi sangre", premiada en el Festival de Cine de Venecia, se estrenó finalmente en nuestro país. Es un film hermoso a nivel visual y complejamente poético a nivel narrativo, que homologa dos tiempos como metáfora de la circularidad de la vida.

Por Denise Pieniazek

El anteúltimo film del director Marco Bellocchio, Sangre de mi sangre (Sangue del mio sangue, 2015), está estructuralmente dividido en dos partes; o dos partes y un epilogo que compendia ambos tiempos, según como se interprete. La primera sección está ambientada al norte de Italia en el siglo XVII, específicamente en un convento que tiene su propia prisión. La segunda parte utiliza la misma locación de la prisión de Bobbio pero en la actualidad, es decir que lo que varía es la temporalidad mientras la espacialidad permanece.

Bellocchio sabe manejar de forma sutil y poética las metáforas visuales comenzando la primer parte del relato con una escultura de una mujer rezando al lado de una cruz de cemento. Imagen que sintetiza el contenido de este primer episodio, en donde una joven llamada paradójicamente Benedetta es juzgada por seducir y llevar a la muerte al confesor de dicho monasterio. Benedetta debe pasar por varias pruebas complejas probando su espíritu, por lo cual su accionar quedará limitado como el de esa primera escultura. Pues ella, tal como dicen en el film, “es la imagen de la Magdalena, llora y no habla”. Al igual que en Vincere (2009), otro largometraje del director, una mujer es juzgada injustamente y torturada sin piedad alguna en un universo en donde los hombres mandan. Hay algo en los juicios a Bendetta y su postura que puede remitir al tratamiento de mártir de la protagonista en La pasión de Juana de Arco (1928) de Dreyer. Bellocchio no es sólo un gran conocedor de la historia de su país, sino también del cine europeo, por ende el film estará lleno de relaciones intertextuales. Hay algo visual en la estética del convento y de ese universo de las pasiones que nos remite, aunque desde otra poética, a algunos episodios de El Decameron (1971) de Pasolini.

En varias oportunidades Sangre de mi sangre hace referencia a la trinidad o lo tríadico propio de la iconografía cristiana. En otras ocasiones el film se apoya más bien en la dualidad, no solo por los dos relatos y sus respectivos tiempos, sino también por utilizar la figura del doble y jugar con los pares. Un ejemplo de ello, es la figura de los hermanos de parecido físico en el primer relato, Fabrizio (el difunto que conocemos mediante un retrato) y su hermano Federico -interpretado por el hijo del director, Pier Giorgio Bellocchio- quien intenta hacer confesar a Bendetta. Las hermanas (Marta/María) que hospedan a Federico son otro ejemplo de dualismo, son muy parecidas entre sí a pesar de su diferencia de edad y poseen una belleza pictórica que nos remite a los retratos de Artemisia Lomi Gentileschi, una de las seguidoras de Caravaggio. Incluso ellas y Federico conforman en ocasiones nuevamente la trinidad. Otra posible relación intertextual puede pensarse en relación a la novela Rojo y Negro (1830) de Stendhal, ya que la igual que allí Federico debe elegir entre sólo dos posibles caminos: ser un soldado o un sacerdote.

El segundo segmento de Sangre de mi sangre, ambientado en la misma ciudad pero en la actualidad, narra el misterio entorno a la figura de un hombre poderoso de la ciudad, pero a quien casi nadie puede ver. Es un mito local, algunos consideran al hombre un vampiro y ayuda a dicha construcción o metáfora, que sólo sale de noche, tiene muchos años de edad, y es caracterizado por momentos como Nosferatu (1922) -inclusive físicamente desde su nariz pronunciada-, guarda a su gato en un ataúd de satín bordeaux e incluso posee detrás de su cama la pintura “La Isla de los Muertos” (1886) de Arnold Böcklin, pintor simbolista. En este segundo momento del relato hay resabios del primero homologando pasado y presente, e incluso siguiendo la matriz cristiana al llamar a los sirvientes del conde Angelo y María. La mujer una vez más sufrirá: la esposa del conde no lo ve hace 8 años y él cruelmente no tiene interés en comunicarse con ella. Incluso como es propio de los vampiros se interesa por la “sangre joven” al quedar deslumbrado por una joven mesera.

Llegando al final y recurriendo al montaje paralelo, el director se encarga de enfatizar la unión entre pasado y presente. Lo cual puede evidenciarse por las siguientes cuestiones: nuevamente habrá un personaje que se llama Federico, también interpretado por el mismo actor. Una vez más un comité de hombres decide por un destino: antes los sacerdotes, ahora la mafia. Asimismo, la homologación entre ambos tiempos es acentuada por la música de los cantos gregorianos pero con un estilo más actual. El film finaliza con una poderosa metáfora entre los protagonistas de ambos tiempos que deja pensando al espectador quién se preguntará entonces ¿Benedetta y el Conde están vivos o muertos? Ambigüedad ya expresada en los parlamentos del Conde: “no somos carne” y “no somos inmortales”. La circularidad entre el pasado y el presente en Sangre de mi sangre permiten pensar que Bellocchio está hablando de la historia política italiana, en donde ciertos misterios del pasado continúan marcando el presente, como así también los poderosos actores sociales. Por último, Sangre de mi sangre es un film que poderosamente no se cierra sobre sí mismo dando lugar a una perfecta semiosis infinita.