Salad days

Crítica de Alejandro Turdó - A Sala Llena

La cuna rebelde inconformista.

Pocos movimientos musicales tienen una postura tan clara y contundente como el punk. No sólo se define por lo explícitamente musical sino también por lo inherentemente social y cultural. El punk sólo pide una cosa, entregarlo todo. Este es el espíritu con el que Scott Crawford encara Salad Days, documental que se encarga de repasar los años de surgumiento de este estilo musical en la capital de Estados Unidos.

Con The Clash, Sex Pistols y The Ramones como norte, las bandas punk del estado de Whashington crearon su propio circuito, dentro del cual se conformaban, grababan discos, tocaban en pequeños recintos, distribuían sus propios flyers y fanzines y nucleaban a la generación adolescente criada al calor del post-Vietnam, las tensiones raciales y el desequilibrio social. Justamente “salad days” es una expresión sajona que representa aquella época en que somos jóvenes e inexperimentados pero llenos de ímpetu, imposible definirlo de forma más clara.

Integrantes de las bandas locales como Bad Brains, Minor Threat, Scream, Void y Fugazi -elevados al status de íconos del under- llevan adelante el relato narrando la génesis de un movimiento que ya tiene más de 35 años y según muchos fue el caldo de cultivo, entre muchas otras cosas, del grunge del cual derivaría Nirvana, banda con la cual Kurt Cobain cambió el mapa musical a inicios de los 90.

Lo interesante de este trabajo es que no nos habla exclusivamente de la música, habla de mucho más. Hay un interesante análisis del poder de los espíritus jóvenes, esos que muchas veces no se sienten parte del gran entramado social y quieren llevarse al mundo por delante para formar parte de algo más grande: quieren formar ellos mismos una escena cultural que les sea propia.

Hay un gran trabajo de material de archivo: desde fotografìas, flyers y recortes hasta grabaciones que representan con fidelidad la estirpe punk, también filmaciones de shows en 8 o 16 milímetros tomadas en claustros pequeños y mal iluminados, con mucha gente y mucho ruido. Conforme nos movemos cronológicamente, van apareciendo grabaciones en las primeras camcorders en VHS. Ningún otro formato de calidad inferior podría retratar con mayor fidelidad el espíritu de lo que allí sucedía.

El líder de Foo Fighters Dave Grohl (y ex baterista de Nirvana) tiene una participación de peso en el tercer acto del documental, y es acá donde la cuestión pierde un poco su magia. Particularmente porque Grohl podrá haber surgido de esta subcultura y de los teatros de mala muerte, pero al día de hoy es una estrella de rock establecida y un cuasi burgués de la música. El resto de los involucrados dejan ver claramente que son personas que jamás hicieron dinero con su arte y a duras penas subsistieron a través de los años. Si bien su presencia suma interés al trabajo, le quita un poco de esa legitimidad y rebeldía sin lujos que es el núcleo central.

Con testimonios enriquecedores de personas involucradas de primera mano y un relato dinámico lleno de música energética y trepidante, Salad Days se vuelve un registro vital para entender el poder de la música sin importar de donde venga ni cuanta gente logre juntar un viernes a la noche en el bar de la esquina.