RoboCop

Crítica de Juan Sapia - EscribiendoCine

Harder, better, faster stronger

Con una inteligencia poco frecuente en las superproducciones de esta magnitud, José Padilha (Tropa de Élite, 2007) revive al policía robot y lo sumerge en la coyuntura política actual.

En medio de la ola de superproducciones y remakes que viene asolando a la industria cinematográfica estadounidense, no era difícil imaginar lo probable que era la aparición de una nueva versión del policía robot. Pero si además de esto pensamos en la discusión actual sobre el uso de drones, o en el fenómeno retro (¿Hay algo más ochentoso que Robocop limpiando las calles de Detroit mientras suenan los sintetizadores?) esta nueva versión de Robocop (1987) se hace directamente inevitable.

La versión de Padilha es política desde el minuto cero: empieza con Pat Novak (Samuel L. Jackson desbocado) un conductor televisivo derechoso, mostrando las bondades de la utilización de robots en la cruzada militar yanqui en Teherán. “¿Por qué se nos impide utilizar esto en Estados Unidos?”, se pregunta, indignado. De un lado están él y la empresa de robots OmniCorp intentando que el uso de robots se apruebe para la seguridad interna. Pero del otro lado, el Congreso estadounidense se niega a dar el brazo a torcer. Raymond Sellars (Michael Keaton), el CEO de la compañía, entiende que para que el pueblo americano adopte a sus criaturas debe humanizarlas, lograr que trasciendan su condición de máquinas.

La respuesta llegará de la mano de Alex Murphy (Joel Kinnaman), o más bien de lo que quede de él luego de que unos mafiosos hagan explotar su auto: su caso es perfecto para fusionarlo con la máquina, es la persona ideal para convertirse en el Frankenstein de garita que el pueblo americano tanto ansía. A diferencia de Verhoeven, director de la original, Padilha elige mostrar la metamorfosis de Murphy. Lo vemos intentar escapar de los cuarteles de OmniCorp en China, lo vemos en una charla vía Skype con su esposa, y, en una escena que es a la vez delirante y emocionante, lo vemos sin sus partes robóticas, sólo pulmón y cabeza.

El Robocop (2014) de Padilha es más humano por dos razones: la primera es por la dimensión familiar de Murphy, que la original apenas retrataba. Murphy se emociona, sufre, va de la máquina fría al héroe sacrificado, cosa que en la original no sucedía. La segunda razón es la dimensión biológica que Padilha muestra: antidepresivos, nutrientes, dopamina, la farmacología aparece como el puente que une al hombre y la máquina. “No es un hombre que se cree máquina, sino que es una máquina que se cree que es un hombre”, afirma, eufórico, Sellars.

A fuerza de inteligencia, autoconciencia y rudeza, Padilha transforma lo que podría haber sido un fracaso burdo en el Blockbuster sci fi del año. Su Robocop habla del poder de los medios sobre la opinión pública, de la auto determinación, de la política exterior estadounidense. Sin embargo, ¿era necesario el cambio del outfit?