Recuerdos Secretos

Crítica de Horacio Bilbao - Clarín

La memoria y la venganza

Mirada actual y disruptiva para un thriller con la memoria y el dolor del genocidio como trasfondo.

Recuerdos secretos es una película que puede leerse en varios planos. Uno más llano, la narración lineal del filme, con esa historia de dos viejitos organizados para cazar a un nazi. Y uno múltiple y cautivante, que resulta de ese juego que Atom Egoyan, el director, y el mismísimo guión de Benjamin August, le proponen al espectador. Pensar y pensarse desde la memoria de un hecho criminal atroz, perpetrado en la Alemania nazi.

“Solamente tú puedes reconocer al hombre que asesinó a nuestras familias”, dice Max (Martin Landau) a Zev (Christopher Plummer). Son los últimos sobrevivientes de Auschwitz y Max dirige a Zev en una misión para matar a un nazi responsable del genocidio que se escondió en Norteamérica. Si ya es inverosímil que dos octogenarios urdan un plan de estas características, resulta más increíble todavía cuando vemos que Zev ha perdido su memoria por completo, y día tras día debe recordar su misión.

Pero es parte del juego ese inverosímil, un juego arriesgado que involucra y manipula también al espectador. La de Egoyan entonces, es sin duda una mirada novedosa sobre el tema de la memoria, la venganza, la verdad y la justicia. Por eso su elección de no recurrir a los flashbacks típicos de las películas sobre el Holocausto.

Por eso Zev va sembrando pistas sobre el pasado, y por eso Egoyan apuesta a simbolizar varios niveles de traumas para guiar esta historia misteriosa de principio a fin, que se convierte en una pieza novedosa e interpeladora, una continuidad auspiciosa para viejos títulos del director, como El dulce porvenir, o en menor grado Ararat.

¿Se puede juzgar una película por el impacto que produce? ¿ Y por la profundidad de las preguntas que plantea? Esa es otra discusión, que sin embargo atañe a Recuerdos secretos, un thriller bien actuado, actual, sobre un tema pesado, con algunos flancos débiles, pero con el propósito cumplido a la hora de involucrar al espectador. Un búsqueda para acercarse a los propios traumas, a los efectos residuales, pero siempre dolorosos de la historia. Colectiva o personal.