Rampage: Devastación

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

En un mundo paralelo Dwayne Johnson “The Rock” sería Dios. Sí señor. Con todos los roles que ha asumido en el cine, más allá de sus músculos, puede tranquilamente ser el mandamás de todo y decidir los destinos de la humanidad.
Además, en el último tiempo, ha logrado configurar una sólida carrera, basada en el cine de acción y catástrofe, pero también participando de algunas producciones que le permitieron jugar con otros géneros y en cada una de ellas ha volcado su carisma, el que trasciende sus habilidades de interpretación.
Tiene clarísimo que lo suyo no es la actuación, y pese a haberlo intentado, como ponerse serio en “El infiltrado” (2013), el bleff en la taquilla lo orientó hacia un lugar seguro que le permitiera configurar un recorrido comercial, y, además, producir televisión, como el caso de “Ballers” para la cadena HBO, y convertirse en uno de los preferidos del público.
Tras el suceso de este año con “Jumanji 2”, The Rock regresa a la jungla, pero de cemento, como un adiestrador de gorilas, que verá como su pequeño protegido George, un simio albino, muta al ser tocado por un siniestro experimento dirigido por una aún más oscura empresa manejada por dos hermanos que bien podrían ser amigos de “Los tres chiflados”.
El guion refuerza con trazos gruesos los polos en el conflicto que se enfrentarán, los malos muy malos, los buenos muy buenos, pero que todos, en el fondo, pueden transformar su punto de vista y acción.
The Rock rápidamente detectará que George no será el único que amenace la ciudad, un gigantesco lobo mutante y un cocodrilo transformado en máquina de matar, serán los generadores de una situación sin precedente en el medio de varias grandes ciudades de Estado Unidos, en la que deberán apelar a decisiones estratégicas y drásticas para salvarse el pellejo.
Basada en el videojuego del mismo nombre, furor en los años ochenta, “Rampage: Devastación” es un clásico ejemplo de revisión de género que potencia las premisas iniciales y exagera todo para destruir los verosímiles y configurarlos en un nuevo universo. Acompañan a The Rock y los gigantescos animales diabólicos y asesinos, un elenco de figuras que asegurarán la afluencia a los cines, como Joe Manganiello (“The Walking Dead”) y la recuperada Malin Akerman, y participaciones de Naomie Harris y Jake Lacy.
Los virtuosos efectos especiales potencian un relato simple, el de búsqueda de una solución ante la amenaza, y sumergen en una aventura épica de la cual es imposible eludir cada golpe y grito de los animales. Brad Peyton (“Terremoto: La falla de San Andrés”) dirige con solvencia la historia, priorizando la construcción hiperbólica de personajes y exagerando absolutamente TODO.
No vamos a pedir verosímil en el producto, pero si verdad, que se transmite por la dedicación con la que se narran los hechos.
En ese proceso es en donde “Rampage: Devastación” encuentra un punto de equilibrio y decide detenerse, reforzando su sentido de entretenimiento y evitando filosofar sobre cuestiones que trascienden el género, aunque las menciona (familia, trabajo, amor).