Rampage: Devastación

Crítica de Martín Pérez - DiarioShow

Otra de “La Roca” salvando al mundo

Dwayne Johnson es el arquetipo del hombre fornido, valiente, pero sensible y simpático a la vez. De alguna manera, más allá de sus cualidades artísticas y su predilección por películas de acción sin demasiado espíritu, se ha ganado el corazón de muchos. Como si fuese un muñeco articulado de casi dos metros, “La Roca”, pasó de ser un ídolo de la lucha libre a uno de los personajes más adorados a fuerza de papeles en los que expone de diferentes formas su gran musculatura y ¿hombría? Ya sea como un héroe de acción o como un hada madrina, en exageración de las formas, en clave de aventuras o comedia, es de los actores más populares alrededor del mundo, dentro y fuera del universo cinéfilo.

Es por eso que en este filme, en el que la premisa era liberar en una ciudad a un lobo, un gorila y un cocodrilo modificados genéticamente e inmensos, para que Johnson en el rol de un primatólogo ayude a salvar el día, termina resultando simpático más por los clichés de los que se vale, que por el guión y la narrativa de la producción. La película fue dirigida por Brad Peyton, quien también dirigió a Johnson en “La falla de San Andrés”, una película olvidable pero que de tan típica y predecible puede ser considerada un clásico del consumo irónico.

El título de estreno mantiene algunas características similares a la de aquella otra experiencia -es necesario considerarlo “experiencia” como una generalidad más que una obra cinematográfica- porque básicamente, no intenta ser más que otra pieza de cine catástrofe, pero en esta ocasión con animales gigantes y peligrosos con uso exagerado pero necesario de CGI. “Rampage: Devastación” es entonces, una película pochoclera, con básicos gags al estilo La Roca, de esos en los que el actor queda “cool” mientras mira al infinito en pose, y que tampoco intenta ser otra cosa. Obviamente, gracias al carisma de Johnson termina siendo más agradable de lo que sería con otro actor a la cabeza, porque todos sabemos que el hombre genera más fanatismo como “estrella de rock” que como un actor.