Rampage: Devastación

Crítica de Jesús Rubio - La Voz del Interior

Lo que hace digna a Rampage: Devastación no son tanto sus personajes gigantescos como su conciencia de la tradición de cine de monstruos en la que se inscribe. La película es un blockbuster colosal que no pretende otra cosa más que entretener.

El argumento es básico: las muestras en contenedores del proyecto Rampage, unas combinaciones genéticas cuyo efecto es el crecimiento acelerado, caen a la Tierra desde una base satelital y afectan a un lobo, a un gorila y a un cocodrilo (los tres personajes del popular arcade de la década de 1980 en el que está basada la película). Una vez convertidos en monstruos enormes, los animales se encargan de destruir Chicago.

Pero el monstruo más importante es Dwayne “The Rock” Johnson, que interpreta a Davis Okoye, un experto en primates. El actor/personaje pega fuerte, pelea, hace reír y entretiene a base de músculos anabolizados y carisma. La Roca vuelve a cumplir al pie de la letra con su papel de mole que se carga al hombro la acción.

El preferido de Okoye es un gorila albino llamado George, con quien tiene una relación especial. Y es George uno de los afectados por el patógeno caído del cielo. Para colmo, hay unos personajes que quieren apoderarse del experimento para hacerse millonarios. La buena noticia es que existen unos antídotos que Okoye deberá conseguir, ayudado por una científica, para detener a las fieras rabiosas.

El director Brad Peyton, quien ya trabajó con La Roca en Terremoto: La falla de San Andrés y Viaje 2: La isla misteriosa, se declara fanático del videojuego de la empresa Midway Games y no hace más que llevarlo a la pantalla de la manera más escandalosamente ruidosa. Y su acierto es que lo conecta con algunas películas clásicas de monstruos, como King Kong y Godzilla.

Si bien Rampage: Devastación es un espectáculo digitalizado con más corazón que cerebro, lo bueno es que es un entretenimiento hiperbólico sin pretensiones, que juega a ser lo que es, que se divierte y se toma la libertad de no tomarse en serio. Es cine de acción mutante extra grande, que apuesta por el talle XXL porque lo único que quiere es romper todo y reventar la taquilla.