Rampage: Devastación

Crítica de Jessica Blady - Malditos Nerds - Vorterix

THE KING OF KONG

The Rock, bichos gigantes, experimentos genéticos, destrucción... en esta no te banco.
Olvidémonos por un momento que “Rampage: Devastación” (Rampage, 2018) está basada (muy libremente) en el videojuego homónimo de Midway Games. La ventura dirigida por Brad Peyton, que ya había hecho yunta con The Rock en “Viaje 2: La Isla Misteriosa” (Journey 2: The Mysterious Island, 2012) y “Terremoto: La Falla de San Andrés” (San Andreas, 2015), entra de lleno en el género de cine catástrofe, la ciencia ficción y los monstruos, pero no le llega ni a los talones a todas esas películas (“King Kong”, “Godzilla”, “Jurassic World”) que trata de emular con su cóctel de CGI y súper acción.

Todas las historias de Peyton tienen algo en común: su bajísima calidad narrativa y visual, y el hecho de que todas son una excusa para el lucimiento de la musculatura de su protagonista principal, Dwayne “The Rock” Johnson.

Nadie puede negar el carisma del ex luchador de la WWE, o su espíritu trabajador (ya perdimos la cuanta de cuantas películas realiza en un año), pero su rango actoral es bastante limitado, y sus personajes ya se convirtieron en un estereotipo en sí mismos.

Acá no hay excepción, Davis Okoye (Johnson) es un primatólogo (ex miembro de las Fuerzas Especiales, ja) dedicado 100% a los animalitos y a detener la caza furtiva. Su relación más duradera la tiene con un gran gorila albino, George, al que rescató de chiquito y al cual ha cuidado desde entonces.

Mientras tanto, en algún lugar del espacio, a bordo de una estación espacial, se lleva a cabo un experimento que se sale de control. Ninguno de los científicos logra salvarse de la inminente explosión, pero muchas de las muestras caen en diferentes lugares del suelo Norteamericano, haciendo contacto con varios animales salvajes, incluyendo al monito de Okoye.

Tras entrar en contacto con el agente patógeno –un ensayo llevado a cabo por la compañía de los odiosos hermanos Claire (Malin Akerman) y Brett Wyden (Jake Lacy), con la intención de crear armas genéticas-, el gorila adquiere una personalidad más agresiva y salvaje, sin mencionar que empieza a aumentar de tamaño indiscriminadamente. Con el bichito fuera de control, empieza la cacería: por un lado Davis y su gente, por el otro las autoridades gubernamentales encabezadas por Harvey Russell (Jeffrey Dean Morgan), además de los Wyden que mandan a su propio equipo paramilitar para recuperar las muestras antes de que alguien los descubra y los pueda acusar de sus actividades non santas.

Para eso está la doctora Kate Caldwell (Naomie Harris), quien supo crear el estudio para intentar ayudar a su hermano, pero terminó en la cárcel por culpa de los malévolos hermanos. Caldwell y Okoye van a tener que unir fuerzas y viajar hasta Chicago para tratar de encontrar una cura para George… y evitar que un lobo y un cocodrilo, ahora gigantes y mutantes, destruyan todo a su paso.

Hay dos maneras de encarar “Rampage”: desconectar el cerebro y disfrutar (en lo posible) de una aventura sin pies ni cabeza, llena de huecos argumentales, lugares comunes, estereotipos, abuso de tropos y chistes de dudosa calidad (sí, el mono “habla con señas”, así que imaginen los momentos hilarantes), unos efectos especiales horrendos y la distintiva personalidad de The Rock. La otra opción: volver a ver “Un Lugar en Silencio”, “Proyecto Florida”, “Ready Player One” o cualquiera de las buenas películas que ofrece la cartelera local en estos momentos. ¿Se entiende?

“Rampage” es puro pochoclo, pero pochoclo del malo. El mismo de “Baywatch”, “Geotormenta” o las últimas entregas de “Transformers”, que creen que con romper todo y un par de chistes para adolescentes conforman a las audiencias. Por suerte, esta tendencia está cambiando y el público empieza a notar la diferencia, pero los grandes estudios prefieren gastar millones en estas huevadas y no apostar por historias más interesantes y originales. Ojo, no es culpa de la Roca, o el resto de los involucrados, pero esta gente sabe leer un guión y aceptaron cobrar millones para aparecer en semejante paparruchada. Así que, háganse cargo de este muerto narrativo que, posiblemente, corra una suerte similar en la taquilla si la crítica y los espectadores no la acompañan.

Obviamente, “Rampage” no se toma en serio a sí misma (bueh, no se toma en serio absolutamente nada), pero tampoco llega al nivel de sátira y consumo irónico que necesitamos para compartir la complicidad de este juego (¿alguien dijo “Sharknado”?). Su historia, sus personajes mal desarrollados -un Dwayne Johnson todo ternura, una villana súper malvada, un Jeffrey Dean Morgan que no puede despegarse de Negan-, ni siquiera estos monstruos enormes tienen mucha coherencia si nos ponemos a pensar cómo es que el resto cambia de apariencia y adquiere otras características animales, mientras que George sólo crece por metro.

Disculpen por querer encontrarle lógica a tres animalitos mutantes, pero si pensamos en Kong, Godzilla o cualquiera de sus parientes de la pantalla, descubrimos que hay un esfuerzo para darle sentido a su existencia, más allá de la destrucción masiva y el disfrute cinematográfico.

Como diría Karina Jelinek, en este caso, lo dejo a su criterio. Desde hace rato me resulta imposible disfrutar y recomendar estas historias descerebradas que desbordan de clichés y perpetúan estereotipos gastados y demodé que ya no se bancan. Películas donde la misoginia, como en “Jurassic World”, está de más, aunque provoque carcajadas entre el público (¿?); y donde un muchacho musculoso (y en apariencia indestructible) arriesga todo para salvar al mundo.

LO MEJOR:

- Te hace apreciar los clásicos de monstruos.

- Con suerte zafamos de una secuela.

LO PEOR:

- Tenemos que dejar de The Rock por lo menos dos años.

- Este tipo de películas.

- Media pila con el CGI, muchachos.