Ralph: el demoledor

Crítica de María Inés Di Cicco - La Nueva Provincia

Una cinta imaginativa que une generaciones

En independencia de Pixar, Disney se largó a construir la aventura en animación que implica Ralph el demoledor , uno de los primeros estrenos de la pantalla 2013.
Debutó con muy buena aceptación de público, logrando más de 200 millones de dólares de recaudación en el mundo y la decisión de comunicar que habrá continuidad del filme para próximas temporadas, incluyendo a personajes del mundo del videojuego familiares para antiguas y nuevas generaciones.
En ese planteo se basa la película que cuenta los avatares de Ralph, villano de un arcade, un game de los '80 que, con suerte, se puede encontrar en la colección de máquinas "antiguas" de algún local.
Dirigida por Rich Moore, quien se hizo conocido por su participación en la realización de Los Simpsons y Futurama , la historia parte del conflicto que transita Ralph, un villano que está a punto de cumplir 30 años de trabajo y se siente en crisis.
El problema es que nunca ha sido reconocido por la ardua tarea de demoler un edificio cada vez que un niño inserta una moneda en la consola. Las medallas son recibidas, literalmente, por Félix el arreglador, el héroe del juego. Siquiera sus compañeros llegan a notar el importante rol que Ralph cumple para que la máquina donde habitan siga funcionando y no sea abandonada en el olvido.
Cada noche, al cerrar el negocio, Ralph vuelve solo al basurero donde duerme y mira desde lejos cómo Félix es obacionado por el consorcio que salió ileso de las maldades.
Es entonces cuando decide demostrar que él también puede conseguir una medalla de honor. El inconveniente está en el modo, porque para ello se introduce en un videojuego de nueva generación --mucho más violento y devastador-- y llevarse una condecoración. Pero junto con ella arrastra a un insecto que se instala como un virus destructivo, y en su afán de escapar, lo lleva consigo hacia otra máquina.
En el nuevo escenario, las cosas se complican aún más con la interferencia de una niña, Vanellope von Schweetz, un alborotador "fallo" de un videojuego de flamantes y dulces coches de carrera, quien también necesita del afecto y consideración de su entorno.
Así, mientras un escuadrón de soldados intenta matar al bicho que amenaza con filtrarse y destruir a todas las máquinas del local, Ralph y Vanellope recorren un camino en el que no sólo los villanos, sino los buenos tienen mucho que aprender.
Imaginativa y plural en situaciones y enredos, Ralph el demoledor logra una rápida identificación con el espectador, colocando en escena a personajes de videojuegos viejos --algunos incluso en desuso-- y nuevos, uniendo generaciones ante historias no muy diferentes unas de otras, aunque, quizás, más complejas en la definición de perfiles conforme fueron avanzando las generaciones y profundizándose las exigencias de los consumidores.
Lo puntual e importante a rescatar en función del relato, es que --con menor o mayor puerilidad en su bosquejo-- cada uno de esos conjuntos de píxeles tiene una identidad, una historia, una razón de ser y motivaciones, no siempre bien entendidas y reconocidas por quienes aprietan botones y deciden situarlos a un lado u otro del límite entre el bien y el mal.
Y he aquí el objetivo a conseguir en términos de mensaje, a partir de una película bien desarrollada en términos estéticos y de guión: aunque los valores son absolutos, la valoración es relativa, según el lado de la historia y la experiencia que a cada quien le haya tocado en suerte.
Es cierto que le quedan a esta historia pendientes por desarrollar según las exigencias de quien se siente en la butaca. También, que la noticia de una saga se conocía de antemano y que mucho de lo aquí faltante --es esperable-- se puede llegar a profundizar en las nuevas aventuras. Por ahora, una para atender y disfrutar.