Quiero matar a mi jefe 2

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

Quiero matar a estos cómicos

Esta vez ya no hay jefes: independizados, los muchachos quieren emprender su propio negocio.

A la primera parte le fue bien en la taquilla -recaudó más de 200 millones de dólares y había costado “sólo” 35 millones- y entonces Dale, Kurt y Nick, esa suerte de Curly, Larry, y Moe -en ese orden- del siglo XXI, vuelven a las andadas. Esta vez ya no hay jefes: independizados, los muchachos quieren emprender su propio negocio. La idea es fabricar y vender el Shower Buddy, un ridículo adminículo para usar en la ducha. Pero se topan con un tiburón de los negocios que los estafa: ahora la venganza no será contra los empleados jerárquicos sádicos, como en la anterior película, sino contra el mismísimo dueño del circo.

Que no es otro que Christoph Waltz, el genial actor que Quentin Tarantino importó a los Estados Unidos para Bastardos sin gloria y Django sin cadenas. Qué pena que el austríaco ya se vea obligado a trabajar en esta clase de películas para subsistir en Hollywood.

Otros dos actores secundarios llaman la atención, por distintos motivos. Jamie Foxx, porque su Motherfucker Jones, que ya había aparecido en la primera parte, es el mejor personaje (lástima que sólo tiene unos minutos en pantalla). Y Jennifer Aniston, porque está irreconocible: víctima del bótox o de vaya uno a saber qué procedimiento quirúrgico, a los 45 años ya parece una de esas mujeres-maniquí sin edad definida (pero que uno sospecha que son mucho mayores de lo que aparentan). Ah, también aparece Jonathan Banks, haciendo una triste caricatura de su Mike Ehrmantraut de Breaking Bad.

¿Qué más se puede escribir de Quiero matar a mi jefe 2? Que tiene algunos gags efectivos, como la parodia de un programa mañanero de televisión, pero la mayoría de los chistes son pavadas sin demasiada gracia. Que del trío protagónico, el mejorcito es Charlie Day, pero de todos modos el papel de bufón al estilo de Curly le queda grande. Que a Jason Bateman le toca hacer de Moe y a Jason Sudaikis, de un Larry medio afeminado, pero que ambos son completamente olvidables. Bueno, lo suyo no es tan grave: están a tono con la película.