Querida, voy a comprar cigarrillos y vuelvo

Crítica de Martín Fraire - País 24

Elige tu propia aventura

Luego del éxito que significó El hombre de al lado para la dupla conformada por Mariano Cohn y Gastón Duprat, su vuelta a la pantalla grande tomaba nuevas dimensiones. Consagrados a nivel masivo (todavía no popular), el ambicioso proyecto que significaba Querida voy a comprar cigarrillos y vuelvo generaba una curiosa expectativa.

Sin embargo, de aquella premisa original de un hombre (rutinario, aburrido: un antihéroe) que recibe la oferta de volver a vivir los diez años de su vida que escoja a cambio de un millón de dólares por un misterioso español (Eusebio Poncela) cuyos poderes se deben a una inmortalidad provocada por la caída de no uno, sino dos rayos en su cuerpo, poco se aprecia en la pantalla.

La idea, lejos de ser original, invita a la reflexión a partir de las decisiones -siempre discutibles- de Ernesto (un impecable Emilio Disi), quien bajo la excusa de buscar cigarros a la vuelta de la esquina, emprenderá un viaje de una década que significarán cinco minutos en su vida real.

Lo más interesante sin duda, se desprende de la lectura socio política que la dupla Cohn-Duprat hace de la historia reciente no sólo de nuestro país, sino también del mundo. Así, primero buscará el perdón de su madre muerta, intentará dar aviso a las autoridades del atentado a las Torres Gemelas, plagiará Imagine de John Lennon (como un joven de los ’70 que encarna Darío Lopilato) y otros menesteres que aquí no vale la pena develar.

Con la premisa planteada, el relato adquiere un tono sombrío, obscuro, casi opresivo, del cual le resulta demasiado difícil salir, aún cuando se trata de una comedia negra. El aporte principal para semejante contradicción se congenia sin dudas con la aparición de Alberto Laiseca, narrador omnisciente de toda la historia, uno de los guionistas del film y autor del cuento inédito en el que está basado la película.

Responsables del ya clásico experimento para la pantalla chica que fue “Televisión abierta” los realizadores mantienen esa relectura de lo real que fue motor de El artista (2008) primero, y El hombre de al lado (2010) después, para entregar un trabajo crítico y audaz, pero maniqueo y opaco a la vez.

Las miserias del hombre, las imposiciones de un destino que ya está escrito y la fantasía de un futuro (o pasado) mejor, conforman la cara más atractiva de Querida voy a comprar cigarrillos y vuelvo, un relato mágico que con más intenciones que resultados, transcurre sin demasiada relevancia, tal y como sucede con la vida de su propio protagonista.