Puertas adentro

Crítica de Martín Chiavarino - A Sala Llena

El terror fascista.

Nuevamente el cine español da cátedra en un género que viene trabajando con éxito desde aquellas hermosas y espeluznantes Historias para no Dormir de Narciso Ibáñez Serrador, en las que actuaba su padre Narciso Ibáñez Menta en los años sesenta. Como continuador de este camino, el debut cinematográfico de la dupla Juanfer Andrés y Esteban Roel no podía ser mejor. El film, apadrinado por Álex de la Iglesia, es una gran combinación de cine de terror con “película de cámara”, en la que predominan los primeros planos claustrofóbicos que no dan respiro alguno en su horadante labor de turbación psicológica.

Puertas Adentro (Musarañas, 2014) sitúa la acción en Madrid en los años cincuenta para poner de relieve los despojos de la guerra civil y sus secuelas psicológicas en un pueblo dividido con una joven democracia derrotada por la reacción monárquica, católica y fascista. En medio de la reconstrucción y con las heridas de la guerra aún abiertas, dos hermanas intentan salir adelante.

Montse es una mujer con un agudo fanatismo religioso que padece un grave caso de agorafobia y alucinaciones. Acosada por los fantasmas y los traumas de su pasado, vive en un infierno personal solo amainado en parte por la compañía de su hermana menor (a la que ha criado tras la muerte de su madre al dar a luz y la desaparición de su padre durante la guerra civil), y de su trabajo como modista y costurera de clientas amigas a las que atiende en su departamento en la capital española. Cuando Carlos, su vecino del piso de arriba, cae por las escaleras, Montse lo arrastra hasta su casa pero sus cuidados se convierten rápidamente en obsesión por el herido.

El guión de Juanfer Andrés y Sofía Cuenca trabaja de forma extraordinaria la paranoia religiosa con los malestares del encierro en lúcidas y desgarradoras metáforas sobre la vida subterránea, generando suspenso en un contexto de reclusión que remite a los oscuros años del franquismo; mientras que la dirección a cargo de Andrés y Roel, docentes y fundadores del Instituto de Cine de Madrid, logra generar una sensación de asfixia y opresión psicológica que subyuga al espectador. La increíble actuación de Macarena Gómez como Montse llega a niveles catárticos de angustia inusitada y es acompañada por un buen elenco que sostiene sólidamente una película de género de gran inteligencia, sensibilidad y audacia en la que las imágenes religiosas se transforman -literalmente- de dispositivos de sometimiento en armas mortales.

Cuando el terror viene de la mano de elementos inconscientes que recuperan un pasado al que no queremos volver o a las atrocidades que sucedieron y que preferimos no recordar, en lugar de las recurrencias ignorantes a lo paranormal demoníaco, las metáforas que desquician el espíritu nos hablan en símbolos de comprensión basados en el trauma como método de aprendizaje. Allí está el verdadero miedo, que es siempre a lo humano.