Puente de espías

Crítica de María Laura Paz - El Espectador Avezado

Spielberg hace rato que nos tiene acostumbrados a la épica y a los temas históricos. Esta historia en particular, que reunió a varios ganadores de premios Oscars, Golden Globes, Tony (para el teatro de EE.UU.), se las trae trayendo hechos verídicos de la mano de un guión escrito por los hermanos Ethan y Joel Cohen, y un elenco que incluye a Tom Hanks, a Alan Alda y Mark Rylance, un lujo.
La verdadera épica aquí está en que un hombre común, con una vida común, termina realizando un hecho fenomenal, saltando la cerca de la cotidianeidad y viendo al otro como una persona que necesita ayuda.
Lo cierto que James Donovan (Tom Hanks) es hasta cierto día un asesor y abogado de seguros de una gran compañía de Nueva York. Una mañana se levanta y un agente de la CIA lo convoca para que sea el defensor de un espía ruso, Rudolf Abel (Rylance). El asunto es que Rudolf, también parece un hombre normal: tiene un atelier donde lo vemos pintar sobre lienzos y sin embargo, el hombre, está tomando información que pasa por medio de una moneda hueca. El gobierno de EE.UU., en plena guerra fría -donde las palabras eran el arma que se disparaba para hacer amigos, enemigos, difundir el terror sin disparar una bala-, quería montar un teatro con un proceso que pareciera justo para este particular espía, un hombre mayor. Donovan, a riesgo de ser tratado como un traidor, no sólo por el público en general sino por su propia esposa (Amy Ryan) que le reprocha que se ponga al servicio de alguien como Abel.
EE.UU., por su parte, sabe que el topo Abel no es el único espía en este juego. Ellos mismos tendrán a alguien en Rusia, un aviador, Francis Gary Powers (Austin Stowell), al que Spielberg conoció por el relato de su padre, cuando se produjo el episodio de su derribo en territorio enemigo sacando fotos desde un avión a 7000 pies de altura.
Habrá un tercer inocente y un pueblo que sufre las consecuencias de la división: un estudiante norteamericano que queda atrapado en Berlín Oriental, por querer ayudar a su novia a cruzar del otro lado del recién construído muro. En este punto, aparecerá Wolfgang Vogel (Sebastian Koch), otro abogado, que para que el mundo reconozca que existe una Alemania "democrática", complicará la negociación primaria que es un intercambio de espías.
La primera parte de la película presentará a cada personaje y su personalidad. Abel aparece pintando un autorretrato propio y la cámara y la trama varias veces se posará en esta cuestión: cómo nos ven los otros y sobre todo en una situación como la que se vivió en este tramo de la historia donde en la URSS, los soviéticos condenaban al espía y exhibían sus petenencias y las partes rescatadas de su avión como un trofeo y para demostrarle al otro lado ejemplarmente que esto no debía suceder más. Del otro, Donovan, que tiene un diálogo con el querellante de una causa donde el número de delitos es multiplicado por las personas que fueron afectadas y Donovan que retruca que no, que es un solo delito que afectó a 5 personas. Luego, cuando vea la realidad detrás de la cortina de hierro y conozca al otro lado, su discurso servirá para llevar a cabo una negociación que vaya más allá de lo que quieren los políticos. Mientras tanto y cuando se conoce que defenderá al topo, todos lo miran raro y su hijo más pequeño está asustadísimo por los documentales con precauciones sobre los daños que puede hacer una bomba atómica. No es curioso que EE.UU. supiera lo que significaba el poder atómico luego de arrojar 2 bombas sobre Japón...
El fino humor de los Coen viene de maravillas para ponerlo en boca de estos personajes que están viviendo un gran drama pero con la esperanza de que están poniendo lo mejor de sí: en algunos casos la lealtad, en otros la perseverancia y la valentía para superar el conflicto.
Alan Alda, como el jefe de Hanks, en esta peli, le toca un papel pequeño, pero enseguida uno descubre al gran actor que la juega de Poncio Pilato, entregando a un buen abogado que cumplirá su trabajo, al menos eso es lo que él cree. y porque para la CIA, si algo sale mal, la historia nunca se contará, nunca habrá exisitido y ellos menos que menos habrán tenido la culpa.
Una gran película, quizá con un atisbo de "La Lista de Schindler" y que nos sirve a todos pues uno nunca sabe, si se levantará como una persona común y terminará el día siendo un héroe, alguien que hace la diferencia.