Preciosa

Crítica de Ezequiel Montero Swinnen - Leedor.com

“Érase una vez una princesa mágica, que vivía en una burbuja mágica bajo el mar, y era de la tierra...” (cita que se lee en el filme)

En un oscuro y eclipsado piso de un ochentoso Harlem transita la vida de Clarice “Preciosa” Jones, una adolescente afroamericana de 16 años, que parece estar muy lejos de una vida sin desventura. Analfabeta, obesa, víctima de persistentes e irritantes violaciones físicas y mentales de parte de su madre, Preciosa lleva en su vientre a su segundo hijo, fruto de una relación incestuosa con su padre drogadicto.

Push es el nombre de esta honda y vibrante historia que nació de la pluma de la autora americana Sapphire y que Lee Daniels decidió tomar como base para su segundo filme. También Push es quizás, por qué no, lo que alguna comadrona le pudo haber gritado a Preciosa al dar a luz a sus hijos, o es acaso la palabra que por instinto o naturaleza tiene grabada en su frente y la empuja con ahínco a seguir adelante constantemente. Sea como sea, Push con sus innumerables significaciones, es un sugerente vocablo que parece resumir eficazmente la historia, al mismo tiempo que deja puertas entreabiertas.

“Te debí haber abortado” son las palabras más brutales y desalmadas que una joven podría escuchar de parte de su madre en toda su vida, pero Preciosa las oye con frecuencia. Aunque da la sensación de que aquí todos tienen su historia, la impotencia y el desprecio ya son moneda corriente para esta joven. Sin embargo, el peso del dolor es exiguo y las tormentas son remotas para ella si es capaz de refugiarse en un sosegado silencio de pompas y sueños. Es así como en el medio de un hostil y sombrío contexto, Preciosa abre una burbuja en el aire y fantasea dentro con una vida de enamoramientos y alegrías. Su imaginación que no tiene tiempo ni gravedad es tal vez protección, tal vez huída y evasión, tal vez deseo y realidad, aquella que quiere para sí y percibe tan lejana. Nunca ha alzado su voz en clase para decir nada, pero esa misma nada son infinitos pensamientos para ella, que la sumergen en un océano silente de afasia y alucinación. No obstante Preciosa es consciente de su situación y con (cada vez más) lucidez puede reconocer su problema: “...algo va a suceder, me voy a liberar...”. El pequeño pero vital paso para comenzar un largo camino de redención.

Es conocida la sentencia sartreana “uno es lo que hace con lo que hicieron de uno”. Esta historia nos sitúa en el centro de uno de los interrogantes más polémicos y debatidos de toda la ética: la responsabilidad individual frente a nuestros actos, la compleja tarea de establecer hasta qué punto los acontecimientos pasados justifican los actos presentes. Es evidente que si la respuesta fuera demasiado, Preciosa tendría un vale de perdón para utilizar de por vida. Empero su espíritu que (por naturaleza o convicción: eso no se alcanza a dilucidar) es implacable, no la detiene en este análisis y la impulsa para adelante siempre, convirtiéndola en la única responsable de cada día de su empinada vida. Preciosa pide ayuda y se deja ayudar. Cada caída se hace pretérita raudamente con un montón de ganas de superarse. Es probable que se trate de un espíritu virgen e inocente, por lo tanto curioso, exento de la laboriosa tarea de desaprender lo aprendido, confiado en una esperanza sin nombre y abierto al inconmensurable mundo de la oportunidad. La elección del vaso medio lleno que toma Preciosa cada vez, mandando al carajo todo pensamiento negativo.

En definitiva, la historia toca problemas sociales de profunda significación: el incesto y la violación, el maltrato familiar, problemas en la educación, el embarazo en adolescentes, el sida. Sin embargo, no son éstas mas que excusas para sumergirse de lleno en un drama individual de una persona que decide cuidar su propio jardín, en vez de esperar que otros le traigan flores. Creando su propia realidad, superando su pasado, ensalzando su presente, pujando por su futuro. Pujando.

De la trágica, desgarradora y sórdida novela Push quedan apenas pistas. Sin embargo, es un filme logrado, motivador, con cierto tono poético, brillantes interpretaciones, momentos de intenso drama (es probable que tenga que respirar hondo varias veces al verla) y que también atesora algunos instantes de ingenioso humor que descontracturan y distienden una excelente historia, en esencia muy poco digerible.