Pichuco

Crítica de Nicolás Rijman - Cinevivo

Vitalidad del ayer

Pichuco ofrece un acercamiento a la obra de Aníbal Troilo desde diferentes ángulos. Está la aproximación de docentes y estudiantes de la Escuela de Música Popular de Avellaneda que quieren digitalizar cerca de 500 arreglos manuscritos originales de Troilo. Están los testimonios de aquellos que lo conocieron y tocaron con él, a los que marcó y formó. Están los jóvenes que llevan su música a las calles. Está la reconstrucción fotográfica que hacen los realizadores, al son del bandoneón de Pichuco, recorriendo los trayectos de su vida, sus barrios, calles, cafés, teatros, bares. Está el propio bandoneonista, en breves pero fundamentales imágenes de archivo, en Los tres berretines (la segunda película sonora del cine argentino) y otros films y en trasmisiones de la TV.

En suma, Pichuco, el documental, trasmite varias cosas, como la pasión y la dedicación de Troilo y de aquellos que aman el tango, pero sobre todo su actualidad, como esta música sigue recorriendo la ciudad y conmoviendo almas. Hay mucho de nostalgia y melancolía en varios testimonios, de un clima de bohemia del Buenos Aires de los ’40 y ’50 que no volverá, que podemos ver en esas fotos de la ciudad de hoy atravesada por la música de ayer. Pero lo que predomina en el film de Turnes es el hoy y el mañana, los que lo estudian, profundizan y se dedican al tango.

Mostrar la vitalidad de una obra, como se discute e inspira, es seguramente el mejor homenaje. Pichuco lo logra y lleva al cine mucha de las cualidades que los que conocieron a Troilo dicen que aportó al tango: la capacidad de ser simple y sin pomposidad, popular, profundo y emocionante al mismo tiempo.