Piazzolla: los años del tiburón

Crítica de Alejandro Lingenti - La Nación

Valioso retrato de un artista único

Ástor Piazzolla fue un personaje único. Tanto por sus logros artísticos como por su polémica personalidad, el músico marplatense fue siempre motivo de endiosamientos y discordias, algo que este documental de Daniel Rosenfeld refleja con seriedad y precisión. El hallazgo de varios casetes con charlas entre Diana, la hija de Astor, grabadas para escribir una biografía de su padre publicada a fines de los 80, es una de las fortalezas de la investigación que llevó a cabo el director. Y su equilibrada combinación con un valioso material audiovisual de archivo y los melancólicos testimonios de Daniel, el otro hijo de Piazzolla, terminan por delinear acabadamente el perfil de un artista singular. La película da cuenta de la estrecha relación de Astor con su padre, Nonino, de su profundo amor por Nueva York y del desencanto que le produjo no conseguir en esa ciudad el reconocimiento con el que soñaba, de la sagacidad y la obstinación para construir una mitología propia, de la ferocidad con la que enfrentaba a sus enemigos y hasta de su particular afición por la pesca de tiburones, una tarea complicada, a la altura de la que se planteó cuando se propuso renovar el lenguaje del tango, cruzándolo con el jazz, las influencias clásicas y la música contemporánea y proponiendo la creación de un estilo en el que la experimentación pudiera convivir en perfecta armonía con la emocionalidad.