Philomena

Crítica de Martín Tricárico - CineFreaks

Una mirada reaccionaria hacia el pasado

Los tópicos, tal como están mencionados, constituyen elementos de excelsa riqueza para su tratamiento, tanto cinematográfico como en cualquier otro medio artístico, ya que configuran aquello que guarda intrínsecamente distintas imágenes valiosas para indagar respecto de la sociedad actual.

Pero el problema básico es que en esta película, la mirada que se teje alrededor de ellos es sumamente pobre y superficial, exageradamente teñida con capas de humor facilista que intentan desesperadamente quitarle una seriedad propia a un tema semejante como el nacimiento casi en cautiverio, que ni siquiera como en este país se constituía dentro de un régimen dictatorial, sino que se hacía dentro del simple poder cristiano intocable, amparado a priori por un marco legal de hierro, añejo de la Inglaterra de mediados del siglo pasado. Con lo cual se termina configurando una suerte de, si se quiere, drama cómodo de ver, absolutamente precario, insustancial, que está lejos de desarrollar una mirada crítica o una reflexión profunda respecto a ese sistema cristiano ortodoxo, al que supuestamente denuncia.

Sin embargo, había algo que ya se olía desde el principio de la película, y que hasta en algún punto un poco la excusaba de alguna manera: se notaba que ya de por sí el libro en el que estaba inspirado -juicio que emito aún bajo el peligro de no haberlo leído-, también era un pobre best-seller, realizado por un periodista aburrido como el que tanto se remarca en el film, donde también se esmeran en denotar su enorme desinterés por el tema y el hecho de haberlo aceptado únicamente a falta de otro trabajo mejor.

Sinceramente dudo mucho que en el libro haya una crítica con mayor desarrollo en base a la historia de esta mujer, que apenas es un caso de cientos y cientos; representando mínimamente un símbolo de la enorme dictadura de castidad cristiana, que guardaba secretamente jugosos intereses económicos, amparándose en el obscenamente ridículo y deshumano castigo de los pecados de la carne. Pero por supuesto, dejando un momento al margen la enorme labor de Judi Dench en su constitución de Philomena, una mujer antes esclava de su propia ignorancia e ingenuidad que de la propia religión católica, que tantos males le causó; el problema es que la propia protagonista sirve de expiación inmediata de los crímenes de la Iglesia, dejando entonces una suerte de moraleja casi tan estupidizante como la protagonista en sí misma: es inútil buscar justicia, es inútil intentar que la Iglesia reconozca alguno de sus nefastos actos, es más fácil perdonar como nos enseñaron y listo.

No obstante, es interesante el choque que hay entre el periodista (Steve Coogan) y Philomena, donde el primero hace realmente notoria la ingenuidad de la segunda. En efecto, la protagonista produce rechazo, su falta de enojo para con los responsables, su falta de reacción respecto al tema, el hecho de haber esperado tantos años para intentar dar con su hijo. Por otro lado, demás está decir que tampoco hay una búsqueda estética que apunte a un verdadero ejercicio de memoria.

La fotografía y la música son acompañantes recíprocos excesivamente descriptivos, meros ilustradores de acciones. No hay casi búsqueda de los encuadres, más que en los contados flashbacks de Philomena en el convento. Es más, como ejemplo ¿por qué cuándo el periodista sale a correr al comienzo del film como se lo recomendó el médico, lo acompañan unos violines lacrimógenos que luego se repiten en los verdaderos momentos lacrimógenos, como corresponde? Si intentaron producir una suerte de efecto cómico, salió muy mal.

De todas formas, como mencioné antes, por lo único que vale la pena ver la película es para asombrarse con la capacidad interpretativa de Judi Dench, quien deja de lado la agresividad seca de M en 007 -supongo que la extrañaremos- y adopta ese tono de niña-jubilada curiosa e inocente. Por eso nada más.