Personal Shopper

Crítica de Marcos Guillén - Cuatro Bastardos

Personal Shopper: Quieta espera y desespera.
El extraño caso de Maureen y sus fantasmas.
Es una cinta de Assayas y con eso uno se enfrenta a algo totalmente distinto. Ya de por si su filmografía está plagadas de lugares diferentes, como un plano picado de criaturas brumosas que deambulan sus cintas repletos de subtextos y livianos como como esos fantasmas que retrata. Ella recorre la vida con la finalidad de oír a sus muertos pero imbuida en la bulliciosa modernidad. Maureen, una joven estadounidense en París, se hace cargo del guardarropa de una celebridad. Aunque no le gusta su trabajo, es lo único que encontró para su pagar su estancia mientras espera una manifestación del espíritu de Lewis, su hermano gemelo desaparecido hace poco y que como ella es médium. Es cuando comienza entonces a recibir en su móvil extraños mensajes anónimos.
Fantasmas, acechadores y la existencia que se paga con desagrado; es en definitiva la vida de esta joven que no comprende que despertar ese otro lugar es abandonar la zona de confort y enfrentar el límite. Olivier Assayas, de manera sutil y pausada, pero con ritmo, empuja a sus personajes a esos sitios y el relato se ve cómo a través, como un reflejo distorsionado de la realidad cotidiana. Una realidad que está poblada de sucesos como si de géneros se tratara, el film de terror se entrecruza con la frivolidad de las estrellas y su mundo, como si mezclara It Follows (2014) con The Bling Ring (2013) y si damos ejemplos es quizás porque no terminamos de comprender que tal vez no perseguía una historia lineal, más bien narrar esa sensación que poseen los personajes. Ese déjà vu con el que conviven con un pie en cada mundo que nos circunda; el terreno y superfluo y el denso metafísico.
Quizás ya rozando el final de la cinta uno mismo sienta que todo ha sido un anhelo más que una aventura, como si de repente comprendiéramos que no vimos lo que ellos viven, si no que lo que perciben como vivencias y que el mismo director con ese apagón final juegue al epílogo shakesperiano que reza, Si esta ilusión ha ofendido, /pensad, para corregirlo, /que dormíais mientras salían /todas estas fantasías.