Personal Shopper

Crítica de Jorge Luis Fernández - Revista Veintitrés

Después de la insatisfactoria –si bien celebrada– The Clouds of Sils Maria, Olivier Assayas vuelve a filmar con Kristen Stewart en un film altamente climático y difícil de encasillar.
Stewart es Maureen Cartwright, norteamericana en París que lleva una doble vida –y de ahí, en parte, tanto la dificultad para encuadrar el film en un género como el origen de su atractivo–. Por un lado es la asistente de una celebridad llamada Kyra; Maureen viaja en su motito por las calles parisienses, deteniéndose en glamorosos locales para comprarle ropa y joyas caras.
Maureen incluso utiliza el departamento de Kyra en su ausencia, y en una provocativa escena se desnuda para probarse la ropa. Por el otro, es la hermana gemela de Lewis, un muchacho recientemente fallecido que estudiaba en París, y esa es la verdadera razón de su presencia en la Ciudad de la Luz.
Lewis era mentalista, podía comunicarse con los muertos y algo de ese gen también está presente en Maureen, de modo que, con la ayuda de Lara, la ex novia de su hermano, en todo momento trata de contactar a su aura.
Y esa presencia aparece, pero no es seguro que sea Lewis; la presencia es un ectoplasma que se acerca a Maureen en los momentos menos esperados, y por momentos no parece benévola. ¿Es Lewis?
En tanto, Maureen recibe otra clase de acoso, uno de origen tecnológico; son mensajes de texto que provienen de un remitente desconocido, pero que le hablan como si la conocieran y supieran que está haciendo a cada instante.
Assayas empalma muy bien los dos escenarios y crea una atmósfera urbana teñida de surrealismo, con Maureen como una luchadora que se enfrenta a fuerzas oscuras, una especie de Lara Croft del mundo real.
Sin ceder a tentaciones de realismo mágico, Personal Shopper es una mezcla de horror soft con thriller psicológico que devuelve a Assayas su estatura como uno de los realizadores franceses más relevantes.