Personal Shopper

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

Muchas películas en una película cubierta de enigmas
Con una brillante Kristen Stewart, el director francés propone una trama con varias lecturas.

En un mercado cinematográfico dominado por películas predigeridas que, temerosas de ahuyentar a las masas pochocleras, subestiman al espectador con una explicación tras otra, sin dejar el mínimo resquicio para las interpretaciones, hay que agradecer que cada tanto llegue a los cines un enigma como Personal shopper. Cubierta por una inquietante neblina que nunca se disipa del todo, es de esas que nos dejan desconcertados y son capaces de provocar amor u odio, algo que viene ocurriendo desde su estreno mundial el año pasado en el Festival de Cannes: fue abucheada en la función de prensa, pero Olivier Assayas terminó llevándose el premio al mejor director.

Hay una chica en una casona antigua, en las afueras, tratando de hacer contacto con un espíritu, pero no es una de terror. Hay un crimen y una investigación, pero no es un policial. Hay dos personajes tratando de elaborar el duelo por la muerte de alguien querido, pero no es un drama. O sí: es todo eso a la vez. Porque hay varias películas dentro de la película: Assayas utiliza los preceptos de diversos géneros como materia prima y elabora algo diferente. Tramas con las que otros directores hubieran filmado largometrajes tan correctos como convencionales, en sus manos son apenas un ingrediente más de una creación original.

Nunca sabemos hacia dónde está yendo la historia, y ésa es una de las cualidades de Personal shopper: más que el suspenso, la incertidumbre. Assayas profundizó la inasibilidad que había logrado en la muy recomendable Clouds of Sils Maria (2014, aquí se llamó El otro lado del éxito) y la llevó a un punto más extremo. Otra vez con Kristen Stewart como intérprete brillante, también en el papel de la asistente de una celebridad.

Se ha dicho, con razón, que esta es una película de fantasmas, por todos sus elementos sobrenaturales (algo interesante: ninguno de los personajes los pone en duda: son un hecho). Quizá lo más fantasmagórico de todo sea la protagonista, que se mueve por el mundo como un espectro, al borde de la invisibilidad, manteniendo relaciones -amorosas, laborales- incorpóreas, borrosas. Tiene su vida entre paréntesis, a la espera de una señal del más allá. Que, cuando llegue, puede tener tantas lecturas como esta película.