Pequeña gran vida

Crítica de Martín Chiavarino - Metacultura

Los temores de una sociedad imperfecta

Después de su obra maestra, la cínica Nebraska (2013), el realizador norteamericano regresa con Pequeña Gran Vida (Downsizing, 2017), un film metafórico y alegórico sobre los problemas y las oportunidades generados por las contradicciones alrededor de los cambios técnicos y culturales.

Tras el descubrimiento en Noruega de una tecnología que achica los seres vivos sin demasiados trastornos secundarios la humanidad comienza un camino acelerado hacía un cambio de paradigma sobre la escala de sustentabilidad. El achicamiento representa para algunos utilitaristas la posibilidad de cambiar su vida promedio por un pasar millonario mientras que para los utopistas es una oportunidad de salvar a la humanidad de la extinción, o tan solo de hacer negocios a costa de la buena voluntad de los demás para los pragmáticos hedonistas. Es así que miles de personas, entre ellos Paul Safranek (Matt Damon), un fisioterapeuta ocupacional, deciden achicarse para cambiar de vida. Al ser achicado el protagonista conocerá a un comerciante sin escrúpulos, Dusan Mirkovic (Christoph Waltz), a su socio, un capitán de un barco, Konrad (Udo Kier) y a una activista vietnamita achicada contra su voluntad, Ngoc Lan Tran (Hing Clau), que trabaja de maestranza en la ciudad de los seres pequeños y vive en los suburbios, en un monobloc para los pequeños pobres que mantienen el sistema capitalista funcionando a cambio de un pago de subsistencia en su mínima expresión. Con ellos emprenderá un viaje de autodescubrimiento que lo llevará hasta los fiordos noruegos y le enseñará que el mundo está lleno de sorpresas y es su responsabilidad descubrirlas en lugar de aceptar el lugar que la sociedad le propone.

En colaboración con Jim Taylor (Election, 1999), Payne construye una historia sobre los temores de nuestra sociedad sobre el fin de los tiempos, la búsqueda de soluciones científicas, las utopías obcecadas, los negocios que se tejen alrededor de todos los avances científicos, los comerciantes que buscan el lugar imperceptible donde la ley es ciega y las oportunidades surgen y las personas ordinarias que se transforman en extraordinarias cuando encuentran su lugar en el entramado del mundo.

En tono de comedia dramática, Pequeña Gran Vida crea una alegoría sobre las pesadillas y los sueños de una humanidad agotada por el peso de sus propios errores y vicios y la falta de toma de conciencia de las personas de sus debilidades y fortalezas. Aunque sin sorprender, el director crea un gran film con bellas y cómicas escenas, una fotografía exquisita a cargo de Phedon Papamichael (The Ides of March, 2011), buenas actuaciones y una frescura inusual en el cine actual.

Payne consigue así elaborar una historia sobre la búsqueda de la identidad en una sociedad agresiva y elitista donde el achicamiento de los seres humanos en lugar de solucionar los problemas agudiza las contradicciones del nuevo capitalismo en su estadio de concentración más acelerado, permitiendo a los dictadores castigar a la oposición de una forma irreversible y a los contrabandistas negociar a plena luz del día. Pequeña Gran Vida logra de esta forma mirar hacía los problemas sociales desde un carácter figurativo para tomar conciencia y transformar el mundo sin destruirlo en el proceso.