Pequeña gran vida

Crítica de Beatriz Iacoviello - El rincón del cinéfilo

Un film con suspenso a lo Hitchcok

El calentamiento global, la sobrepoblación, la competencia, el capitalismo salvaje, el súper consumismo son los problemas de la realidad actual de un mundo globalizado. “Pequeña gran vida”, dirigida por Alexander Pyane, es la metáfora de una sociedad ideal a la que aspira todo individuo perteneciente a la clase media. También remite a la hipocresía del ser humano, al lado oscuro del sueño americano y al peligro de los muros, pero a pesar que algunos cayeron, otros en la actualidad son deseados, especialmente por Donald Trump.

Todo conlleva a una incisiva sátira social a la que Payne interrelaciona comedia, drama, sátira futurista, historia de amor, mensaje político. Paul (Matt Damon, “Marte”,2015, “La Gran Muralla”, 2016, “El talento de Mr. Rippley”, 1999) y Audrey (Kristen Wiig, “Cazafantasmas”, 2016, “Welcome to me”, 2014, “Matersmids”, 2016) son una pareja, sin hijos, que buscan realizar sus sueños, ellos implican adquirir una casa mejor, ahorrando cada centavo de su sueldo, pero aun así no les alcanza. La solución aparece a través de un experimento noruego realizado por el Dr. Jorgen AsbJornsen (Rolf Lassgard, “A man called ove”, 2016) en la que plantea un proyecto de vida que acabará con todos los males del mundo, con una tecnología capaz de miniaturizar a un hombre hasta los 12 cm. Es decir, puede crear un país paralelo habitado por liliputienses, aludiendo a Jonathan Swift, que fue uno de los escritores que realizó, en el 1726, la crítica más amarga y a la vez más satírica contra la sociedad y la condición humana.

“Pequeña gran vida”, partiendo del concepto de reducción marca en la trama una revolución dentro de una sociedad que busca siempre nuevas atracciones, aunque ésta sea una conversión que se producirá lentamente, y los reducirá a tamaño antinatural. Como todo eje publicitario para lograr esa transformación a los ciudadanos no se los coacciona para ser pequeños, sino que toman la decisión por sí mismos, aunque con una gran cantidad de promoción persuasiva que enfatiza el gran potencial financiero, el estilo de vida mejorado y el beneficio medioambiental. Payne ha tomado la interesante decisión de no involucrar a los gobiernos en el programa: la iniciativa científica no provino de Washington o La Unión Europea, ni tampoco la financiación, sino que se trata estrictamente de un emprendimiento privado.

Como en una versión de acción real de una película de Pixar, el procedimiento de reducción se presenta graciosamente, incluso hipnóticamente, como un evento de producción en masa en una instalación acompañada de garantías que preservan la higiene y seguridad de los individuos; la operación es de rutina y cuando se pasa al otro lado, al mundo en el que todo se reduce proporcionalmente, no se puede distinguir la diferencia entre la vida anterior y la nueva. Este es también el punto de giro en el que la trama principal dirige los sucesos a un territorio dramático inesperado.

Un año después, la existencia rutinaria de Paul como representante de ventas por teléfono es mucho más aburrida que la que llevaba en el mundo anterior, en el que era terapeuta. Pero de pronto su cotidianidad es interrumpida por dos playboy Dusan y Joris (Christoph Waltz (“Spectre 007”, 2015, “Django sin cadenas”2012), y Udo Kier (“Courier X”, 2016, “Melancolía”, 2011). cuya vida disipada entre chicas, alcohol y las drogas proporcionan una salida para la diversión sin límites.

Sin embargo esto lleva a otro giro brusco, creando una ssubtrama para ingresar a otro mundo paralelo que se relaciona con la marginalidad y en donde se ubica al inmigrante latino o asiático o negro. A través de la reunión de Paul con la refugiada vietnamita disidente, Ngoc Lan (Hong Chau, “Big little lies TV” 2017, “Puro vicio”, 2014), una criada que reside en un lugar que es el reflejo de un microcosmos del Tercer Mundo, éste descubre que las injusticias son privativas tanto en un mundo como en otro. Porque a cualquier lugar que quiera ir el hombre la mezquindad, la envidia, y la miserabilidad, siempre lo acompañará.

Ngoc Lan, cuya historia de vida es brutal hace de su inglés limitado una contundente arma de conexión con los otros. Para ella no hay tiempo para las sutilezas, sólo para una comunicación muy directa sobre las necesidades y realidades absolutas de la vida. Su personaje crea momentos inesperados y potentes. Ngoc Lan es una mujer sensata y trabajadora, no tiene tiempo para desviarlo en tonterías, sólo el dolor en su pierna amputada la obliga a detenerse.

El de Ngoc Lan es un personaje entrañable y poco convencional que brinda los momentos más genuinos de conexión emocional con el público.

Otra de las curiosidades de “Pequeña gran vda” fue, dentro de ese mundo tercermundista plagado de mexicanos, mostrar la película interpretada por Cantinflas “Ahí está el detalle”, (Juan Bustillo Oro, 1940) en la que representa “el pelado”, uno de los personajes más emblemáticos del cine mexicano, justamente porque trata de la clase baja y de los más pobres y marginales del México de aquel entonces, aunque en la actualidad todavía se da ese mote a ciertas personas y se lo utiliza como injuria descalificadora. Esa secuencia de “Ahí está el detalle” es un guiño para esa marginalidad que siempre está enredada en cierto caos que le permite sobrevivir, pero nunca avanzar.

En “Pequeña gran vida”, Payne lleva a cabo un diálogo muy claro con cierta construcción que hace pivot en del cine clásico social americano en la que aparecen guiños al cine de Frank Capra (“La jaula de oro”, 1931, “¡Qué bello es vivir!” 1946) y Preston Sturges (“Embrujo de París”,1958, “Child of Maniatan”, 1933), en las cuales la aventura moral del protagonista posibilita la reconsideración de su vida y del lugar que ocupa en la sociedad y para ello se apoya en el personaje de Matt Demon. Primero, en su caída, tras la crisis económica, en un descreimiento hacia el mundo que conoce, dejándose, junto a su mujer, en un primer momento, seducir por ese mundo, nuevo mundo reducido; después, por la frustración y desencanto que le ofrece esa nueva vida, para luego redescubrir una realidad que, aunque en el mundo normal también existía, y que aparece ante él a través de la activista vietnamita Ngoc Lan. Para finalmente llegar a descubrir que el verdadero amor no está en los bienes materiales sino en la espiritualidad, un valor que se fue perdiendo en aras de un nuevo modo de esclavitud, el materialismo.

“Pequeña gran vida” no esconde cierta inocencia, a la hora de plantear sus imágenes y su discurso. Quizá Payne no ha dotado a éstas de una mayor personalidad, aunque sí consigue crear en cada pasaje de la película una realidad que se corresponde con el proceso de Paul y, sobre todo, con la forma que tiene de observar, comprender y construir su nueva realidad.

El punto, por supuesto, es que Leisureland, esa utópica ciudad del futuro, con su cúpula de cristal, es América y el mundo del Grupo de los 8 en microcosmos, con la misma corrupción y desigualdad, con el mismo sentido de poder, de riqueza, soledad y conflicto. La idea de que a la humanidad se le puede dar la oportunidad de crear una utopía, finaliza cuando se convierte en un facsímil de las injusticias y desigualdades de nuestro mundo actual, Por eso tal vez el mensaje de Alexander Payne y Jim Taylor es instalar al hombre en otro lugar que le permita observar, comprender y reflexionar sobre la realidad del mundo actual. Porque desde la especulación psicoanalítica podría decirse que vaya el individuo donde vaya lleva los problemas en su maleta, nunca los deja atrás.