Pendejos

Crítica de Paula De Giacomi - La mirada indiscreta

Volver al pasado

P3ND3JO5 de Raúl Perrone es una película donde uno tiene que construir y ser parte activa de lo que sucede en la pantalla, no es apto para espectadores cómodos que quieren tener todo digerido, rápido y procesado. Claro que hay que soportar (porque requiere cierto esfuerzo) dos horas y veinte minutos algo excesivas de cine mudo, en blanco y negro y con una estética que nos remite directamente a los orígenes del cine. Digo esto porque me llamó la atención la huida masiva del público de la sala del cine Gaumont el sábado por la noche. Y desde mi butaca no podía entender si la película les resultaba realmente insoportable o si no tenían ni la más mínima idea qué era lo que habían ido a ver. Nunca en mi vida (que ya tiene unos cuantos años) vi tanta gente irse del cine como en esta película y no es un dato menor porque toda la calma y la abstracción que requiere ver un cine de estas características se esfuma si nos distraemos cada vez que una figura se escapa de la sala. Dicho esto, y recomendando verla con cierta comodidad y serenidad, paso a lo que realmente nos interesa.

P3ND3JO5 está dividida en tres historias, tres actos y un final dónde los personajes son siempre adolescentes. Historias de skates, droga, embarazo, amor y muerte. Ellos deambulan por las calles del barrio Ituzaingó y pasan las horas andando sobre esas cuatro rueditas. Lo interesante no está en lo que se cuenta, sino en el cómo, o sea en el aspecto formal y no en el argumental.

La fotografía es increíble y el uso del sonido y los encuadres, impecable. No sólo son intensos los silencios, sino la música (una especie de cumbia electrónica e instrumental) el ruidos de las ruedas andando y los relámpagos que anticipan la tormenta no sólo en un sentido literal, sino también en un sentido metafórico. Con un blanco y negro despojado y con un juego de luces y sombras, Perrone se las ingenia para hablar sin necesidad de que las palabras surjan de las bocas de los protagonistas. No hay diálogos y los pocos y algo básicos intercambios de palabras los tenemos que leer al mejor estilo del cine mudo o silente como muchos prefieren decirle.

Hay un homenaje a los orígenes en donde lo visual y lo sonoro tienen una preponderancia que no suele verse en el cine actual. Hay referencias implícitas y explícitas a La pasión de Juan de Arco (1928) de Carl T. Dreyer y un cierto tinte místico que sobrevuela el final de la película, como si la cotidianeidad empezara a teñirse de religiosidad. Una mirada metafísica donde la muerte como liberación se percibe en aquellos personajes fantasmales que caminan por un pasillo angosto hasta terminar diluyéndose al acercarse a la cámara.

Una película con su propio tiempo, con un ritmo lento pero disfrutable, al compás de los bajos que se reiteran una y otra vez, como el sonido de las ruedas que dan vuelta sobre sí mismas, como las vidas de estos jóvenes que parecen no ir hacia ningún lado. Pero en todo caso, ¿hacia dónde van las nuestras?

Pendejos parece no dejar a todos conformes, pero ese universo tan fuera de órbita, tan inusual y tan difícil de ver para algunos, abre un camino y demuestra que en estos tiempos todavía hay una esencia en el cine que no se perdió y que tiene que ver con la reivindicación de su propio y único lenguaje.