Pendejos

Crítica de Marcela Gamberini - Con los ojos abiertos

LOS PERIFÉRICOS

A los vacíos que provocan las ausencias de las voces, Perrone los rellena con melodías que desencadenan interrogantes ambiguos y densos. ¿Quiénes son esos adolescentes? ¿Qué quieren? ¿Qué están pensando? ¿Hacia dónde van? ¿De dónde vienen? ¿Qué hacen? La música, que va desde la ópera hasta la cumbia electrónica, subsume al espectador en el quieto pero movedizo mar de los adolescentes; la empatía que se genera con estos chicos es enorme: sentimos, pensamos, vemos como ellos y a través de ellos.

Perrone arma una topología de las emociones ancladas en espacios urbanos, resbaladizos y pasajeros: estaciones de trenes, pistas de skate, bares antiguos, plazas, cielos. Estos espacios indefinidos borran las huellas de identidad, las señales de la pertenencia. Los pendejos de Perrone son iconográficos; son pura conciencia de clase desde adentro, desde las entrañas; son ideogramas de una adolescencia abrumada, estallada de música y vaivenes, atravesada por la tragedia, por la soledad, por el amor, por la falta.

Seguramente P3ND3JO5 inaugure una tradición, instalándose en el lugar que nunca se ha transitado, una nueva estética que va de la mano de una ética honesta y contundente. Esta inauguración necesariamente crea nuevos espectadores; esos espectadores que no existen todavía, que sean capaces de sentir más que de entender, de dejarse llevar por la cadencia de las imágenes y de la música, por la carencia de palabras habladas, por la ausencia de estructuras conocidas, de personajes definidos. Tal vez, Perrone esté cerca del cine de José Campusano (o viceversa); un cine que pide nuevos espectadores dispuestos a salir de la mediocridad habitual e instalarse en un futuro cercano que tiene su punto de partida en el cine más antiguo. Una nueva manera de mostrar, una realismo estético de los contenidos, de los argumentos, de aquello que se cuenta. La tragedia, el cine mudo con sus intertítulos, las cámaras aquietadas en travellings que acompañan el vagabundeo de los chicos, la granulación de las imágenes, el rabioso blanco y negro, la forma despiadada de encuadrar a los personajes son cuestiones de otra época, del pasado del cine, aquel al que Perrone le rinde homenaje en P3ND3JO5 y en este homenaje hay un gesto de actualización. El presente cinematográfico de Perrone necesita mirar atrás, recuperar todo lo valioso y proyectarlo hacia un futuro inmediato, con los conflictos de hoy, con las urgencias y las necesidades.

Iconografía del presente, con retazos del pasado y estallados hacia el futuro. Mezcla de fragmentos de la historia del cine, que es la historia del ser nacional, con imágenes del futuro, cosiendo sutilmente las junturas, yuxtaponiéndolas, fundiéndolas a negro, seleccionando detalles. Cuidadoso trabajo de montaje que elije acallar la palabra y resaltar el rítmico movimiento de los planos da como resultado un registro reflexivo, cercano a veces al buen documental y cercano también a ficciones interesantes.
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P3ND3JO5

Pura poesía, sin comienzo, sin final, sin límites; plagada su tensa superficie de agujeros, de miradas, de huecos, de gestos. Sin palabras, mudo de toda mudez. Lo único real en P3ND3JO5 son los cuerpos (siempre lo único real es el cuerpo) y las cadencias rítmicas de esos cuerpos en constante desplazamiento. Vaivenes de un surfeo preciso que necesitan espacio para expandirse. Filmar esos cuerpos en acción, en ese vaivén incesante, es un gesto político. Esos desplazamientos no tienen que ver con el mundo del trabajo –que nos ancla con el mundo real, con la cadena productiva-, que no está en la película, que está ausente; pero justamente esa ausencia es políticamente significativa. El mundo de los jóvenes está alejado del mundo del trabajo.

Ver los rostros de los chicos en primer plano, el parpadeo de una mirada, el movimiento sutil de la boca, es prestar atención a aquello que resulta irreductible. Situar los cuerpos en espacios impersonales y en tiempos indefinidos es situarlos políticamente, no es inocente el vaivén que adormece, los encuentros furtivos, las subidas y las bajadas; nada es permanente, todo es móvil, pasajero. En este mismo blog, Roger Koza entrevista a George Sylvain que dice: “Ver y comprender un rostro, por ejemplo, y cómo lo atraviesa las presiones y los sentimientos. Al estar así acompaño a esa persona experimentando un acontecimiento, como si la cámara hablara con ella y trabajara así en su liberación.” Así, filmar los desplazamientos en esas pistas de skate es uno de los modos de filmar la liberación y a la vez la resistencia de esos personajes a un mundo que les es hostil, inmune, inerte. La cámara de Perrone los acompaña, los registra, no los invade, no los penetra.

Cuerpos que se deslizan, literalmente, en la periferia: de un territorio, de una clase, de una emoción, de una carencia. Poesía desagarrada e inacabada, mirada que hipnotiza, novela sin principio ni final contada en tres actos, arte puro que inquieta, molesta, carcome los sentidos, roe el alma, hipnotiza.

Cine urgente, pasional, erotismo visual y sonoro; un cine fantasmático que hace una relectura del videoclip en el presente, con sus tiempos y sus ritmos particulares. Un cine del reducto, del espacio de Ituzaingó que puede universalmente ser cualquier lugar, cualquier espacio. En P3ND3JO5 Perrone trabaja un cine que se desplaza, como esos chicos con sus skates, de una punta a la otra, fundando una nueva topología, espacial y simbólica. Y a la vez muestra a su manera, personal y única, uno de los modos de estar en el mundo, de habitar el presente.