Olmedo: el rey de la risa

Crítica de Ariel Abosch - El rincón del cinéfilo

Después de varios contratiempos, postergaciones, falta de fondos, llega a la cartelera argentina una película que homenajea al inolvidable Alberto Olmedo. Un personaje único, que hizo divertir a tantas generaciones, desde chicos hasta adultos.

Quien tomó las riendas de semejante desafío fue uno de sus hijos, Mariano, que con mucha voluntad pudo concluirla.

Durante una primera parte muy bien lograda por su ambientación, textura de la imagen, vestuario, locaciones y vehículos, en Rosario, cuando Alberto era chico y luego adolescente, en los años ‘40 y mediados de los ´50, debemos mencionar a su hija Sabrina, que interpreta a quien fuera la madre del negro, y también destacar a Juan Orol, en el rol del futuro actor cuando era joven, en los tiempos en que ingresó al mundo del espectáculo en su ciudad natal y luego fue a probar suerte a Buenos Aires. Él supo captar la esencia y el espíritu de Olmedo con su gestualidad, personalidad y destreza corporal.

Pero, lo que venía siendo una cálida ficción, se convierte en poco tiempo, en un documental insípido, con las llamadas “cabezas parlantes”, es decir alguien sentado frente a cámara que opine sobre el ídolo popular. Casi todos los que hablaron fueron sus hijos. También cuentan cosas otros cómicos o comediantes, y la única “chica” Olmedo entrevistada es Moria Casán. Hay una importante cantidad de notorias figuras que lo conocieron y todavía viven que no participaron del film. No sabemos si por decisión de ellas o del director.

Con abundantes imágenes de archivo, aunque no repasa a todos sus emblemáticos personajes, es contada la historia como si fuese un reportaje que le hacen al realizador. Ana (Marcela Baños), oficia como una cronista que le pregunta distintos aspectos de la vida y obra del cómico, para que entre todos construyan una narración uniforme, sin golpes bajos, carente de emoción y nostalgia, donde todos lo recuerdan con una sonrisa. Si hubo algo malo, no lo revelaron. Sólo lo reprocha levemente, su hijo menor, Alberto, quién nació luego de la muerte de su padre.

Semejante personaje nacional merecía una mayor profundidad y rigurosidad en la descripción de su existencia. Con una mejor utilización de las viejas imágenes que perduran en el recuerdo de los argentinos, para descubrir y comprender mucho mejor, como de ser un nene que se crió en la pobreza, pudo llegar a ser lo que fue en el cine, el teatro y la televisión.