Ocean's 8: Las estafadoras

Crítica de José Tripodero - A Sala Llena

Elenco femenino, mirada masculina

Las relecturas de obras recientes en el cine es un fenómeno específico de las remakes, que existen casi desde el nacimiento del medio, pero en los últimos años la brecha temporal entre la obra original y la versión se acortó drásticamente. También se han recortado los argumentos para retomar una película: si antes a la variable comercial se le adosaban las variaciones del color (junto a otros avances técnicos), el contexto, la barrera idiomática (en el caso de los films extranjeros), etc., ahora solo se mantiene la posibilidad de exprimir monetariamente una narrativa. Ocean’s Eight: Las estafadoras es un caso que articula el concepto de remake y el de spin-off a la vez porque toma la historia original de La gran estafa (2001) para releerla pero también refocaliza y extiende el mundo de su protagonista, Danny Ocean. Ahora el personaje principal es su hermana Debbie (Sandra Bullock). Recién salida de la cárcel, la protagonista pergeña un plan para robar el collar más caro de la historia en la próxima gala del Met de Nueva York, y así organiza un equipo junto a su amiga Lou (Cate Blanchett). Hasta aquí tenemos una estructura similar a la del film del 2001, con Bullock y Blanchett interpretando los papeles de Clooney y Pitt respectivamente.

Los problemas de las remakes no se hallan en la reproducción narrativa de una obra original, sino en la carencia sustancial de las variaciones que exige una versión. El caso de Caracortada (1983) es testigo de una remake perfecta: sostiene la historia original pero la hace atravesar por un contexto bien diferente al del film fuente, cambia la época de la Ley Seca por el de los exiliados cubanos en Miami. Más de medio siglo separa la película de Hawks de la de Brian De Palma, y allí radica un punto para pensar por qué fallan las remakes de estos últimos años: no existe una distancia temporal entre films para desarrollar grandes cambios, bajo ninguna dimensión. Ni formal, ni temática, ni de época.

Ocean’s Eight: Las estafadoras no cumple con ninguna condición para ser una buena remake, en primer lugar porque el reciclaje que propone es hacer un baño de género (sexual) superficial, al presentar a ocho mujeres que llevan a cabo un robo en un evento icónico de la moda. Gary Ross escribe y dirige una heist movie edulcorada de mujeres ladronas, bien vestidas, con refinados gustos pero incapaces de hacer un atraco como los de Clooney y compañía. Si en La gran estafa la motivación del protagonista era robar el casino del nuevo novio de su ex, aquí es el despecho de una mujer; porque el hombre conquista y la mujer se venga. Más allá del discurso, Hollywood mantiene algunos clichés machistas tradicionales.

Esta mezcla de remake y spin-off ni siquiera funciona como film de género, pues ignora los factores de tensión y de peligro necesarios para una historia de robos. Tampoco aprovecha los talentos cómicos de algunas actrices secundarias como Mindy Kaling (The Mindy Project). Lo peor, con todo, es el ensamble fallido de las dos actrices principales, que no pueden repetir la química lograda entre Clooney y Pitt. Ocean’s Eight: Las estafadoras fracasa porque, pese a contar con un elenco femenino, mantiene una mirada estrictamente masculina y limitada sobre el mundo de las mujeres. Nada de todo esto sorprende, más aún si el realizador es un patán como Gary Ross. A fin de cuentas, los verdaderos cambios se verán cuando las mujeres tengan mayor participación en el guión y en la dirección de las películas, rubros que definen el hacer cinematográfico.