No toques dos veces

Crítica de Nicolás Feldmann - Proyector Fantasma

Figurita repetida
Partiendo desde la naturaleza sobre-explicativa del título, No toques dos veces es otra muestra más de una tendencia que ya comienza a ser repetitiva dentro del género de terror: la vertiente sobrenatural folclórica. Esa que mediante sucesos inexplicables y una larga lista de leyendas urbanas plantea que nunca hay que molestar a los demonios, espíritus rencorosos y brujas de turno, si no se quiere afrontar un destino trágico. Sin embargo, una tradición que produjo obras de culto como Candyman (1992), y que se traslada hasta hoy con referentes como Insidious (2010), Oculus (2013) y The Babadook (2014), le queda grande al nuevo film del director galés Caradog James.

La historia se sitúa en el reencuentro de Jess (Katee Sackhoff), una ex drogadicta en recuperación, y su hija adolescente Chloe (Lucy Boynton) con la intención de recuperar su relación. En un primer momento, las emociones encontradas y algunos resentimientos del abandono hacen que la reunión de ambas quede trunca. No obstante, cuando la joven desata la furia de un espectro vengativo (casualmente tocando dos veces la puerta de la casa que alguna vez habitó) y acontecimientos extraños comienzan a suceder a su alrededor, será el pánico de Chloe lo que la obligará a regresar a la casa de su madre en busca de ayuda y hacer frente a la entidad siniestra que la persigue.

El principal problema por el que No toques dos veces no llega a brillar como se esperaría, no se relaciona con una potencial mala representación de la estética lúgubre y supersticiosa, imprescindible en una producción de este tipo de sub-género. Es más, su atmósfera oxidada y claustrofóbica favorecen el sobresalto por encima de cualquier sonido estridente. Tampoco la existencia de personajes olvidables dispuestos únicamente para morir en manos de la presencia demoníaca, ya que precisamente la mecánica madre/hija de Jess y Chloe lidiando con su pasado es uno de los pocos puntos fuertes de la película. Incluso la mitología eslava en la que está basado el film es lo suficientemente interesante para querer conocer aún más, a medida que se van descubriendo más detalles de la leyenda del demonio Baba Yaga. Ninguno de estos factores.

Su verdadero problema radica en la pobre conjunción de una historia confusa (con varias vueltas de tuerca innecesarias) y el descuido de mostrar mucho durante la construcción del suspenso y demasiado poco durante el esperado climax. Este desbarajuste genera que la intensidad decaiga en determinados momentos y que inevitablemente derive en que el film se haga redundante hacia su final, intentando sorprender de cualquier manera al espectador. Algo que, sumado a la falta de resolución en ninguna de sus dos subtramas (la relación problemática de Jess y Chloe y la venganza sobrenatural), planteadas como dos pasajes sin casi relación entre sí, hace que el argumento cese repentinamente sin responder ninguna de las incógnitas propuestas, imponiendo otras nuevas como si fuera el primer capítulo de una miniserie más que una película.

Poco es lo que se puede rescatar de esta fórmula genérica dentro del género del terror, en aspectos como su ambientación y algunas ráfagas de creatividad en su premisa, cuando solo quedan las buenas intenciones. No toques dos veces termina siendo otra película del montón a pesar de las claras intenciones de los productores para dar pie a una secuela.

Por Nicolás Feldmann Cambours