No te enamores de mí

Crítica de Victoria Varas - La Voz del Interior

El amor en los tiempos de la neurosis

No te enamores de mí es una película que desobedece a su propio título. A fin de cuentas, los personajes acabarán felizmente enamorados, excepto los que se traicionan desatendiendo el llamado más genuino de su libido.

La ópera prima de Federico Finkielstain versa sobre las historias de un grupo de sujetos que, inmersos en el vértigo de sus agitadas vidas laborales, se cruzarán a sí mismos y entre sí. "La necesidad del hombre de comportarse según las leyes de la sociedad genera conflicto, y es lo que llamamos neurosis", reza la lección de Violeta Urtizberea interpretando a Paula, una estudiante de filosofía jovenmente casada y frustrada.

Psicológica y actual, la película enciende sus cámaras en el momento en el que las relaciones falsamente sustentadas comienzan a derrapar. Situada en el siglo de las mujeres-hombres que se acuestan entre ellos y se van, No te enamores de mí muestra con lucidez la necesidad de patear el mandato social.

En la Buenos Aires de los barrios cool, del restaurante, del bar o de la galería de arte, el guión dispone a los personajes como fichas urbanas insertas en el juego de las combinaciones, que acaban por arrojar algunos desenlaces imprevistos. En medio del ring donde se trompean deseo y dolor, estos adultos de celuloide toman aire en lo que hay de cómico en cada situación, y el drama se canaliza, por momentos, a través del humor.

"No funcionó porque la tenía grande", explica Julieta Ortega en la piel de Ale, a primera vista más desatenta con las imposiciones sociales, pero no exenta de las tiranías naturales. El tic-tac biológico le hace pensar en un hijo que finalmente llega en circunstancias no estipuladas. Ale cree que es demasiado grande para Juan, que parece conocerla desde antes, cuando le dice: "Vos te pensás que todos los tipos te van a cagar y que nadie te va a querer, y es exactamente lo que lográs". ¿Qué peso tiene en ella lo que digan los demás? ¿Cuánto le pesa a Maxi (Tomás Fonzi) reconocerse homosexual? ¿Y cuánto hay de patológico y cuánto de sana verdad en la impulsiva Luli de Anita Pauls?

El filme responde, pero hasta ahí nomás, quizá consciente de que no hay un punto final para la evolutiva emocionalidad del ser. Trama de amores y desamores, con un bueno número de protagonistas y muchas posibilidades de generar identificaciones a partir de situaciones habituales. En pocas palabras: una película oportuna.