No mires

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

He aquí una adaptación -una más- de El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, en este caso destinada a los adolescentes. La protagonista es María, una linda colegiala pero con problemas de autoestima: padece anorexia, es víctima de bullying en la escuela y de un padre tiránico en el hogar. Hasta que en el espejo descubre a Airam -nada sutil juego de palabras-, una versión audaz de sí misma, y le entrega el control de la situación.

Una fantasía recurrente: tener otro yo que sea capaz de decir y hacer todo aquello a lo que nosotros no nos atrevemos. La cuestión es que ese otro yo, como el del Doctor Merengue de Divito, tiene un poco corrido el límite que separa al bien del mal. Y entonces, a la par que pone en su lugar a todos los que hacían desgraciada a María, comete algunos excesos.

La historia también tiene varios puntos de contacto con Carrie: el padre malvado, un baile de graduación que marca un antes y un después y, como el personaje creado por Stephen King, cuando Maria/Airam despierta a la vida lo hace con una fuerza destructora.

El director y guionista israelí Assaf Bernstein -que dirigió la mitad de los capítulos de la serie Fauda- juega con una duda: ¿estamos ante un trastorno disociativo de la identidad o lo que está ocurriendo es un fenómeno sobrenatural?

Cualquiera fuera la respuesta -hay una explicación bastante berreta-, la película deja un desagradable regusto puritano. La moraleja parece: mejor ser víctima que victimario. Porque el pensamiento propio, la rebeldía ante la autoridad y el despertar a ciertos placeres -el sexo, la marihuana- están asociados a la maldad. Como si no se pudiera gozar y vivir con una mínima cuota de dignidad sin ser moralmente reprochable.