Niñato

Crítica de Elena Marina D'Aquila - Cinemarama

Boyhood

Ganadora de la Competencia Internacional del Bafici pasado, la opera prima del español Adrián Orr reencuentra a la familia que protagonizó su cortometraje Buenos días resistencia en 2013, donde retrataba las dificultades de un padre soltero a la hora de despertar a sus hijos para ir al colegio y comenzar el día. El padre en cuestión es David, un treintañero desempleado alla Apatow que fuma porro con su novia y convive con su hermana y su abuela en dos pisos adyacentes. Su vida se divide entre la crianza de sus tres hijos, Oro, Mía y Luna, y su vocación por el rap.

Como una suerte de continuación del cortometraje mencionado, la película introduce a esta familia singular con un maravilloso plano secuencia de David llegando a la casa y despertando a los niños que, entre bostezos y berrinches, se visten para desayunar e ir al colegio. Esta secuencia inicial funciona como toda una declaración de principios por la fuerte carga de verdad que se desprende de las imágenes y por la decisión de Orr de no panear cuando Oro, el mayor de los hermanos, se saca el pijama. El plano se mantiene en él hasta que se desnuda por completo y se cambia, algo tan habitual y rutinario en la vida, pero tan difícil, si no casi imposible, de ver en la pantalla grande hoy en día. La cámara sigue a los personajes como un miembro más de la familia registrando con una naturalidad asombrosa la intimidad de la relación entre el padre y los niños.

El director madrilense acierta al esquivar el relato dramático sobre una familia disfuncional y privilegia la sensación de refugio y de luminosidad sin caer en la tentación de hacer una crítica social sobre la crisis económica española. A medida que avanza el metraje, entre peleas, juegos y batallas de rap, descubrimos que a Orr le interesa menos el desarrollo de un arco dramático que la observación exhaustiva del tiempo y de los vínculos familiares.

No sabemos absolutamente nada de la madre de los chicos, pero no importa. Tampoco importa entender de primera que la hermana de David es la hermana y no la novia o lo que fuera porque lo único relevante es ese presente infinito en el que transcurre la película, esa complicidad diaria estremecedoramente auténtica capaz de ofrecer un momento tan maravilloso como el de Oro rapeando bajo la ducha. Esa honestidad que se hace visible plano a plano bajo la aparente sencillez de un relato extremadamente minimalista revela el amor y el respeto del director hacia sus criaturas, y se desnuda sin ninguna otra pretensión que ser lo que es, una pequeña gran película. Una sumamente valiosa.