Nessuno si salva da solo

Crítica de María Laura Paz - El Espectador Avezado

"Nadie se salva solo" no es solamente un título sino una especie de mensaje que lleva implícita esta película del actor-guionista-director Sergio Castellitto, al que acompaña su mujer, Margaret Mazzantini, una irlandesa con apellido italiano que se encargó de la novela y del guión de esta obra.
La historia es una serie de pesadillas vinculares que salen a la luz en lo que puede ser la primera o la última cena de un matrimonio que entró en crisis y en el que la pareja intenta definirse en lo individual y en lo familiar. Recordar el pasado cercano donde todo fueron mieles será una puñalada para el presente de Delia y Gaetano.
Ella es nutricionista y vamos reconociendo a través de sus recuerdos y sus traumas por qué eligió esa profesión. Gaetano es guionista, bohemio, despeinado aunque en sus ratos libres le gusta boxear, es así como conoce a Delia, que tiene su consultorio en un gimnasio de Roma donde ella fue a evadirse de lo que pasaba en su casa. Son dos personalidades muy diferentes en lo afectivo, si bien tienen en común la pasión.
Se enamoran, tienen dos hijos y luego de algunos años todo va perdiendo brillo y frescura, todo es pelea y desencanto, rutina y separación.
En esa larga noche en donde intentarán saber la razón del fastidio que se tienen, algo esperado pasará y a la vez, lo inusual, la pieza que no encaja quizá sea una luz de esperanza para este matrimonio tan humano.
Un trabajo destacable de Jasmine Trinca que transforma su rostro, lo dulcifica, lo endurece, lo envejece y vuelve a tener luz. En el caso de Riccardo Scamarcio, podría decirse un atorrante lindo con todas las letras.
A mí se me hizo un poco larga y reiterativa para marcar las etapas del deteriorio; sin embargo, me engancharon ciertas escenas muy bien logradas, con muy buena fotografía, postales que crean clima: unos papeles cayendo del puente, los desgraciados, Delia y Gaetano arrodillados frente a lo que parece un templo y cuando se abre el plano... puf, la sorpresa. Unas luces en el restaurant vacío que se balancean, una boda muy particular y hasta un "recen por mí" (hasta acá llegó la Franciscomanía).
Una comedia, con mucho de tragedia a la italiana pero que rescata a seres que nos podemos encontrar a cada paso y no nos costará comprenderlos y querer que les vaya bien.