Nace una estrella

Crítica de Anabella Longhi - La Prensa

Ally (Lady Gaga) entona "La Vie en Rose" mientras se pavonea por el drag bar. En el fondo también está Jack Maine (Bradley Cooper), borracho, con la cara arrebatada por el sol y el pelo grasiento. El músico de rock-country se siente impresionado por el talento de la joven camarera y en la escena siguiente, la va a ver al camarín y le pide que se saque parte de su maquillaje, algo similar a lo que tuvo que hacer Lady Gaga fuera de cámara para componer a Ally. Porque la cantante pop en "Nace una estrella" usa su color de pelo natural y deja de lado todo tipo de disfraz estrafalario.

Luego de pasar una noche conociéndose, Jack invita a Ally a su próximo recital, que se transformará en una gira y finalmente en el ascenso de la artista.
La película es la ópera prima de Bradley Cooper -dirige, actúa y canta- y la cuarta remake. Las dos primeras fueron protagonizadas por Janet Gaynor y Judy Garland, pero en vez de girar alrededor del mundillo de la música, se centraban en Hollywood y las crudas imposiciones del star system. Barbra Streisand, en cambio, encabezó la tercera, la menos lograda de todas.

DE ORUGA A MARIPOSA
El melodrama retrata una historia de amor inmersa en los vaivenes de la música (ascenso, fama y adicciones), con algún que otro cliché, pero no por eso deja de ser fresca, honesta y delicada. Lady Gaga demuestra que no sólo es virtuosa en el canto sino también en la actuación. Es magnética y en cada plano que aparece dan ganas de seguir viéndola.
Por su parte, Cooper, con acento sureño y apariencia de cowboy del rock, consigue un personaje sólido y sensible. Mientras que detrás de cámara sabe cómo dominar la puesta y enfatizar en lo verdaderamente importante.
Sin embargo, lo más fascinante de la película es la química que logran los protagonistas. El vínculo romántico y artístico de la pareja traspasa la pantalla y posiblemente resuene en las nominaciones de la próxima entrega de los Oscar.