Muppets 2: Los más buscados

Crítica de Javier Mattio - La Voz del Interior

El títere y su doble

Los Muppets son engañados por un falso Kermit en “Muppets 2: Los más buscados”, secuela de la gran primera película de Disney dedicada a los muñecos de Jim Henson.

La autoconciencia es riesgosa: implica inteligencia pero también pereza, control, conformismo. En esa referencialidad literal se apoya Los Muppets 2: Los más buscados, en sintonía con su exquisita predecesora, cuya trama era justamente que los Muppets volvían a los escenarios después de un silencio de años. En este caso, las marionetas creadas por Jim Henson no pierden el tiempo y cantan ahí nomás del final de la primera parte, que hace de inicio de esta, We’re doing a sequel, otra genial canción de Bret McKenzie que deja en claro con ánimo defensivo que, sí, todas segundas partes nunca fueron (tan) buenas y que, sí, esta es una verdadera y real secuela.

Con esa desenfadada falsa modestia musical arranca el filme que, firmado por el mismo equipo (James Bobin en la dirección, guion de Bobin y Nicholas Stoller, canciones de McKenzie, etc.), logra una base casi tan sólida como la anterior, de vestuario y fotografía perfecta, diálogos punzantes y carisma Muppet al por mayor.

El tema es que, a diferencia de los géneros desdibujados que impulsaban el primer filme de Disney, ahora es el policial el que comanda la historia, que se vuelve un títere más: Dominic Badguy (Ricky Gervais) engaña a los Muppets para que emprendan una gira europea con el fin de perpetrar una serie de robos que lo guiarán hacia las joyas de la corona inglesa. Y lo hace con la complicidad de Constantine, un siniestro malhechor que, salvo por un lunar en la cara, es una copia cabal de Kermit.

Entonces, Constantine ocupa el lugar de Kermit (quien es encarcelado en un frío gulag siberiano dirigido por la guardiacárceles Nadya, Tina Fey), sin que los Muppets sepan del cambio; tanto es así que Miss Piggy es arrastrada al altar por la falsa rana. Ya sea en la literal gira que emprende la banda acéfala, que los llevará por una Europa casta, distinguida y majestuosa (Berlín, Madrid, Dublín y Londres), como en la intriga policial a lo La Pantera Rosa que incluye un oficial de la CIA y otro de Interpol (el muñecote Sam el Águila y Jean Pierre Napoleón, Ty Burrell), Los Muppets 2 se vuelve un engranaje predecible, un juego que respeta las reglas de más.

Los protagónicos un tanto fallidos de Gervais y Fey tampoco logran levantar de todo el filme (de nuevo, el síndrome secuela: el tándem Jason Segel–Amy Adams era implacable), que se cae sobre todo en la segunda mitad. Los cameos (de Kanye West, Chloe Grace Moretz, Lady Gaga y otros) son eso, cameos, y el chiste de los duros Ray Liotta y Danny Trejo haciendo coreografías delicadas no dura demasiado: pero bueno, estaban avisados, era una secuela.