Mujer y marido

Crítica de Guillo Teg - El rincón del cinéfilo

En “Mujer y Marido” los experimentos pueden traer consecuencias inesperadas para los que no están preparados. Pregúntele sino a Andrea (Pierfrancesco Favino), un médico que inventa un aparato para conectarse con la mente de Sofía (Kasia Smutniak) luego de que en una sesión de terapia de pareja la sugerencia pasase por tratar de ponerse en el lugar del otro. El experimento sale mal y los cuerpos de cada uno pasan a ser habitados por la personalidad del otro.

Esta fórmula de intercambio para ver qué hace una mujer dentro del cuerpo de un hombre o un padre dentro del cuerpo de un hijo, etc vienen con un índice de popularidad neta desde que en 1981 Carl Reiner dirigiera “Hay una chica en mi cuerpo”, con Steve Martin y Lili Tomlin, por lejos, la mejor de todas, aunque hubo algunas pinceladas en “De tal padre, tal hijo” (Rod Daniel 1987) con Dudley Moore, o cierto desparpajo de Jamie Lee Curtis en “Un viernes de locos” (Mark Waters, 2003).

Lo cierto es que la fórmula ya no es original y a lo único que apunta es a un recambio generacional de público que ya haya olvidado las anteriores porque, por lo demás, es un argumento que precisa apoyarse de sobre manera en la calidad de las actuaciones para poder sobrevivir el tedio de lo predecible. “Mujer y Marido” cuenta con dos buenos actores que ya tienen demasiado trabajo lidiando con la obviedad de los diálogos escritos por Carmen Danza y Giulia Steigerwalt, y aun así se las arreglan con una parva de sutilezas gestuales y corporales para no caer en el cliché de las formas.

Si se hubiese apostado por el verdadero grotesco o incluso por el melodrama consciente a lo mejor estaríamos hablando de otra cosa, pero el tratamiento tibio denuncia el tipo de público al cual apunta y la poca inventiva que queda por explotar en este estilo de puesta. Incluso en términos del discurso del texto cinematográfico se podría ponderar aquella idea del guión de “Lo que ellas quieren” (Nancy Meyer, 2000) poniendo a un paradigma de macho alfa como Mel Gibson a tener que entender a las mujeres siendo una de ellas. Es más, en tiempos de “ni una menos” y la lucha por lograr la igualdad de género, que el personaje femenino de esta película pueda arreglar sus asuntos gracias a usar la mente del hombre es, como mínimo, subestimar el pensamiento contemporáneo.