Mr. Kaplan

Crítica de Carolina Taffoni - La Capital

La última aventura

Jacobo Kaplan tiene 76 años y está en crisis. Es un inmigrante judío que huyó de la Segunda Guerra Mundial y vive en Montevideo, con su familia. Está en crisis porque se enfrenta a sus primeros achaques, porque ya no puede manejar y porque tiene la sensación de haber fracasado, de no haber hecho nunca nada trascendente. Su realidad gris da un giro cuando su nieta le cuenta que en una playa uruguaya vive un viejo alemán al que llaman “el nazi”. Kaplan se autoconvence de que se trata de un criminal de guerra suelto (la película transcurre en los años 90) y sale a cazarlo con la ayuda de un ex policía loser que pasa sus días jugando al flipper y tomando cerveza. “Mr. Kaplan” pasó con éxito por el circuito de festivales y tiene varios elementos como para enganchar al público. El director Alvaro Brechner (que debutó en 2009 con “Mal día para pescar”) construyó una especie de “buddy movie” con esta pareja que busca una aventura que cambie su vida y —en última instancia— una porción de redención. La interacción entre los protagonistas funciona entre la ironía y el humor absurdo, sobre todo a través del personaje de Wilson (el notable Néstor Guzzini), que por momentos se lleva puesto al propio Kaplan (el chileno Héctor Noguera). El problema de la película es que se queda a medio camino y no encuentra el tono que potencie sus virtudes. Brechner no se juega plenamente por la comedia negra, entonces pierde eficacia a la hora de hacer reír. Y al desenlace le falta tensión, porque se convierte en un juego demasiado largo. Lo que no pierde nunca la película es su “uruguayés” inconfundible, esa calma de mate en mano que a veces es difícil de comprender desde este lado del río de la Plata.